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1. Almudena Alberca. 2. Con el equipo de Cénit. 3. En vendimia. 4. En la mítica Romanée-Conti. 5. Con Pedro Ballesteros MW. 6. Catando madeiras. 7. Con sus compañeros de Grupo Bodegas Palacios en Tronçais. 8. En el Douro. Fotos: A.C. y A.A.

Personajes

Almudena Alberca, la primera mujer MW española

Amaya Cervera | Viernes 31 de Agosto del 2018

Como una auténtica corredora de fondo, Almudena Alberca ha compatibilizado el exigente programa del Institute of Masters of Wine con largas jornadas laborales. En los nueve años que ha durado su preparación (“los seis últimos mucho más en serio,” según reconoce) jamás se ha planteado tirar la toalla.

La directora técnica de Viña Mayor (Ribera del Duero) y otras dos bodegas del grupo Bodegas Palacios en Rueda y Toro se ha convertido en la primera MW española. Alberca se une así a Pedro Ballesteros MW, quien obtuvo el título en 2010 y a sus compañeros Fernando Mora MW y Andreas Kubach, que lo hicieron el año pasado. 

Almudena Alberca, 39 años, nació en Madrid pero residió gran parte de su infancia y adolescencia en Salamanca y cursó ingeniería técnica agrícola en Zamora, la tierra de origen de sus padres. Durante sus prácticas en la Cooperativa del Soto, en Villanueva de Campeán (Tierra del Vino) en 2003, conoció a Jorge Ordóñez, Víctor Rodríguez y Javier Alén, el exitoso trío que había puesto en marcha Viña Nora en Rías Baixas y Bodegas Naia en Rueda y realizaban allí sus primeros ensayos para Cénit. Sin terminar aún la carrera, se enroló en este proyecto liderado enológicamente por la neozelandesa Amy Hopkinson

El resto de la historia, así como su periplo por el programa, sus experiencias y visión del mundo del vino quedan reflejadas en la siguiente entrevista.

¿Cuándo decidiste dedicarte al vino?
Cuando volví de una estancia de tres meses en Nueva Zelanda en 2005 en la que experimenté el intercambio de culturas y el enorme dinamismo del vino. Había un japonés, americanos, sudafricanos, australianos… Gente con muchos conocimientos y que habían viajado por muchos lugares del mundo. Los comienzos en Cénit fueron divertidísimos, pero Nueva Zelanda me pareció lo más.

¿Qué recuerdos tienes de Cénit? 
Fue un periodo muy didáctico junto a Jorge, Víctor y Javier y trabajando con Amy. Hubo que montar una bodega desde cero, lo que fue casi como tirarse a una piscina sin saber nadar. Estábamos en una zona tan aislada que la mayor parte de las cosas nos las teníamos que montar nosotras.

¿Cómo llevaban los viticultores que les mandaran dos mujeres?
En Tierra del Vino eran todo cooperativas, hombres, Amy y yo, así que no es difícil imaginarse lo mucho que nos costaban algunas cosas: decir cuándo tenían que vendimiar, explicar que habían hecho algo mal… Diría que se resistían ligeramente (risas), aunque también es cierto que nunca había ido nadie allí a hacer vino de calidad. Dada la cantidad de micro parcelas y la variedad de suelos, lo que más costó fue avanzar en que las cosas se hicieran cada vez mejor y de forma más detallada. La zona se encontraba en un estadio muy básico: aún se pagaba por grado, todo se gestionaba a través de la cooperativa y los viticultores no percibían claramente los beneficios. Pasaron unos cinco-seis años hasta que se empezó a notar el cambio de mentalidad.

¿Has sentido alguna vez que has tenido que trabajar más o demostrar más cosas que tus compañeros varones?
Tuve la suerte de empezar en una empresa moderna que había contratado una enóloga neozelandesa. Creo que he tenido que trabajar mucho al ser joven y de primera generación. El factor mujer joven se nota, pero en Nueva Zelanda conocí gente con estudios que había hecho 12 vendimias en distintos lugares del mundo y allí estábamos todos como peones. Me di cuenta de lo importante que era formarse y trabajar bien.

¿Por qué te apuntaste al Master of Wine?
Había hecho los niveles 2 y 3 del WSET y un máster en enología. Con este grado y cinco años de experiencia en el sector podía acceder al programa. El crecimiento con Amy había sido fantástico: las viñas, viajes, presentaciones… pero estábamos en una zona aislada y no teníamos mucho contacto con gente. La enología se me quedaba pequeña. Había descubierto mi pasión y quería aprender más y entrar en contacto con gente de fuera. 

¿Qué recuerdo guardas de tu llegada al programa de MW?
Hice mi primer seminario en 2009. Los tres primeros años fueron sobre todo de aclimatación. A finales de 2008 me convertí en la enóloga oficial de Cénit tras la venta del grupo a Avante Selecta y en 2010 en enóloga de Dominio de Atauta. Fueron años de mucho trabajo en los que no pude dedicar mucho tiempo al programa.

¿Qué cambios trajo a tu vida?
Te enriqueces y creces muchísimo. Estás siempre leyendo, viajando, catando... pero es mucho más que probar vinos, tienes que saber de dónde vienen o la legislación de los países. También eres mucho más objetiva cuando vuelves a catar a tu bodega. Casi sin darte cuenta empiezas a aplicar tus nuevos conocimientos a tu vida y tu trabajo. Al final es un proceso de entrenamiento intenso, casi como el de un atleta profesional. También estás expuesto a profesionales y especialistas de distintos campos del vino. Resulta súper vitaminante (sic).

¿Es muy difícil compatibilizar los estudios con un trabajo a tiempo completo? ¿De cuántas horas son tus jornadas?
Estamos hablando de 10 u 11 horas de trabajo diario. Los primeros años fueron los más difíciles. Casi siempre he usado una buena parte de mis vacaciones y los fines de semana para estudiar. Los últimos años me cogía muchos viernes libres porque descubrí que me costaba mucho cambiar de actividad en el mismo día, así que trabajaba intensamente de lunes a jueves y estudiaba el fin de semana. Te sientes intensamente cansado, pero llega un momento en que esto se convierte en rutina. Ha habido épocas con muchos viajes de trabajo a Estados Unidos, Suiza y Reino Unido con tres días por semana durmiendo en hoteles. Supongo que lo aguantas mejor cuando eres joven, pero tienes que cuidarte mucho: comer bien, hacer algo de deporte, dormir…

¿Ha mejorado la infraestructura de preparación de los exámenes en España respecto a la que había cuando empezaste?
Sí, bastante. Al principio la información estaba más encriptada. No había ningún manual que te dijera lo que había que hacer. Las clases de cata se limitaban a leer nuestras notas en voz alta. Sin embargo, las nuevas generaciones son más abiertas y te explican de qué tienes que hablar, cómo tienes que responder o la información que se espera que aportes. Entiendo que es un cambio general de filosofía que también tiene que ver con el hecho de que los profesores que imparten ahora los cursos son más jóvenes.

¿El método de trabajo es marcadamente anglosajón?
Los españoles o los mediterráneos tenemos un sistema educativo diferente. En cierto modo es como si tuvieras que resetear tu cerebro y aprender a contestar las preguntas de manera diferente. Me ha costado entenderlo, pero también es cierto que ahora lo aplico en mi día a día, a veces sin darme cuenta.

¿Hay una camaradería particular entre las mujeres aspirantes al título?
Se hace piña entre los estudiantes en general. Lo que pasa es que se viaja mucho y se comparte habitación con compañeras con las que acabas hablando de otras cosas y creando lazos de amistad.

Solo hay un tercio de mujeres MW: 125 frente a 245 era la cifra que daban en junio en el simposio de MW en Logroño
La vida actual de una mujer moderna que trabaja y no quiere renunciar a su maternidad es compleja, mientras que los hombres a menudo encuentran un soporte familiar en sus mujeres. También hay que pensar que en los inicios del título el sector era muy masculino. El mayor número de hombres tiene que ver también con esas primeras generaciones.

¿Piensas que las mujeres tienen una aproximación diferente al vino o llegado a cierto nivel profesional el sexo resulta irrelevante?
Como en todas las profesiones, hay quien tiene el don y quien no lo tiene. Si no lo tienes, te puedes entrenar. Creo que las mujeres tienen algo más de sensibilidad, pero no es una cualidad que genere una ventaja real cuando se alcanza un nivel profesional elevado. Luego existen súper catadores igual que existen súper músicos. Siempre he trabajado con muchas mujeres y creo que dos cualidades que las definen muy bien son la constancia y la resistencia. 

¿Crees que tu nombramiento animará a otras profesionales españolas a conseguir el título?
Espero que sí. Yo empecé muy joven cuando el programa no era muy conocido en España, pero ahora es mucho más popular. Siempre animo a todo el mundo a que estudie y se prepare profesionalmente.

Mirando hacia atrás, ¿qué ha sido lo más duro y lo más gratificante de este viaje?
Todas las partes son duras y con niveles altos de intensidad. Quizás lo más complicado es hacerlo en un idioma que no es el tuyo. Aunque siempre he escrito mis catas en inglés, se pierden muchos matices en los desarrollos teóricos en redacciones. Al principio cuesta seguir las clases y pierdes detalles que pueden ser clave. O no resultas un alumno interesante para tus compañeros porque no te comunicas bien. No lo he considerado una frustración, pero me ha llevado más tiempo.

¿Pensaste alguna vez en tirar la toalla?
Nunca. Es lo que tiene ser una zamorana obstinada. Al principio me parecía un complemento al que le dedicaba energía. Merecía la pena mientras siguiera creciendo como profesional. Pero hubo un momento en el que me di cuenta de que tenía que ir realmente a por ello y organizar mi agenda. 

¿Qué es lo primero que vas a hacer como MW?
Dormir tranquila (risas) y sin mala conciencia. Estoy abierta y hay muchas cosas que me gustaría hacer. También es cierto que he estado tan centrada en trabajar y estudiar que no he podido ni he querido ir más allá. No obstante, me atrae mucho la consultoría y el poder llevar diferentes bodegas. 

¿Cuál ha sido el tema de tu research paper, esa especie de tesina previa a la obtención del título?
Análisis comparativo de distintas técnicas de filtración en un tempranillo de Ribera del Duero.

¿Cómo se lo explicarías a quien le resulte un concepto muy técnico?
La idea es mejorar la calidad final del vino en botella aplicando la técnica más adecuada y creando un modelo que permita extrapolar ideas y tendencias y ofrecer una herramienta práctica a los técnicos de las bodegas. La mayor parte de los profesionales filtran en base a su experiencia o a los materiales disponibles en la bodega. 

¿Podrías darnos una respuesta muy resumida a esta posible pregunta de examen?: Debilidades y fortalezas del vino español
Respecto a las fortalezas, España es un país súper rico, con una gran diversidad de variedades de uva y un clima fantástico para trabajar de forma ecológica en buena parte del país. La debilidad es que no sabemos comunicarlo o no sabemos (o no nos dejan) venderlo bien. Pese a ser uno de los productores más potentes, nuestros precios de mercado son muy bajos. Esto nos sitúa en posición de desventaja porque no se genera valor desde la base.

¿Qué podéis aportar los MW españoles al vino español?
Una mejor comunicación y sobre todo mayor visibilidad. Cuantos más profesionales bien preparados tengamos, mejor le irá al vino español en su conjunto.

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1 Comentario(s)
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enrique escribióJueves 06 de Septiembre del 2018 (08:09:07)Con el uno porciento de los concimientos de est@s MW que tuvieran las Bodegas Españolas, serian capaces de vender sus vinos a un precio muy superior. Felicidades Almudena.
 
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