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Perder el olfato: la peor pesadilla del Covid-19 para los profesionales del vino Los profesionales del vino se sirven de sus sentidos en el trabajo diario. Foto: Abel Valdenebro.

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Perder el olfato: la peor pesadilla del Covid-19 para los profesionales del vino

Amaya Cervera | Lunes 13 de Abril del 2020

Convencido de ser “uno de los casos no confirmados de personas que han contraído el coronavirus en Reino Unido”, el Master of Wine Alistair Cooper, colaborador habitual de www.jancisrobinson.com compartió con los lectores de la web un pequeño diario de los desagradables síntomas que había experimentado, ninguno tan angustioso como la pérdida del olfato. No ha sido el único. Otro crítico británico, Jamie Goode, lo contó hace unos días en su blog

Para Miquel Hudin, un escritor de vinos de ascendencia croata y estadounidense que ha vivido su particular viacrucis en Marçà (Tarragona), el artículo de Cooper fue un valiente paso adelante que ayudó a que profesionales como él no se sintieran tan solos. “Antes de eso, la gente se sentía avergonzada de reconocer que podía haber contraído el virus”, comenta. Además de la pérdida del olfato y en parte también del gusto, lo que le ha resultado más duro ha sido la sensación permanente de cansancio y debilidad.

Según el Master of Wine escocés residente en España, Norrel Robertson, en su caso todo empezó con un resfriado, seguido de fiebre, tos y, en un par de días, la pérdida del olfato. El cuadro fue común al de su mujer y sus dos hijos. Toda la familia enfermó a la vez y todos perdieron la capacidad de oler. 

Robertson recuerda incluso el momento exacto en el que sucedió: “Estaba preparando pollo a la plancha y empecé a tener una sensación de picor en la nariz durante una media hora, como si hubiera mucho humo en la cocina. Ya cenando, me di cuenta de que no podía oler. Y eso que ya no me encontraba resfriado ni tenía congestión”.

Para Montse Alonso, directora de la división de vino de la agencia de comunicación Mahala, la pérdida del olfato fue, junto con las migrañas y la sensación de cansancio, el síntoma principal de su particular proceso vírico.

Ninguno pudo corroborar con un test que estuvieran infectados por el Covid-19, pero Alonso había tenido contacto cercano con una persona que había dado positivo y Hudin tuvo a profesionales sanitarios haciendo seguimiento telefónico de su evolución. Como es habitual en el sector, en las semanas anteriores al confinamiento todos habían asistido a catas y eventos concurridos con las habituales escupideras “compartidas”. ¿Será esto algo que cambie en las catas en el futuro?

Una experiencia más común de lo que parece

Una amiga médica que está en primera línea de atención a pacientes de coronavirus en un hospital catalán remite a un artículo del Dr. Yan-Chao Li y varios colegas de la universidad china de Jilin que se publicó recientemente en la revista Medical Virology y donde se explica que, además de provocar insuficiencia respiratoria, el Covid-19 tiene la capacidad de infectar el tejido nervioso. Parece que una de las vías de entrada del virus para su diseminación en el sistema nervioso podría ser el interior de la nariz, donde están las neuronas receptoras de olfato que, a su vez, están conectadas al cerebro. Esto explicaría la pérdida del olfato (anosmia) y, en ocasiones, también del gusto (ageusia) en pacientes afectados por coronavirus.

AbScent, una organización benéfica británica que apoya a personas con disfunción olfativa, ha visto aumentar de manera significativa el número de sus miembros desde el 16 de marzo de este año. Además, se ha hecho eco de la evidencia de numerosos casos de anosmia o hiposmia (reducción parcial de la capacidad de oler) en países que han realizado mayor número de tests como Corea del Sur, donde el 30% de los pacientes que dieron positivo la experimentaron, en algunos casos como síntoma principal. Otros estudios realizados en las últimas semanas, incluido uno llevado a cabo en 12 hospitales europeos sobre 417 pacientes, han confirmado que la pérdida del olfato y del gusto deben reconocerse como síntomas importantes de la infección por Covid-19.

Para los profesionales del vino, que se sirven de sus sentidos en el trabajo diario, una mera distorsión en la percepción aromática o gustativa resulta problemática. Robertson, por ejemplo, era capaz de percibir los sabores (dulce, ácido, amargo), la tanicidad o de valorar la tensión del vino en boca, pero vivió la pérdida de olfato como una frustración.  “No me ha permitido estar fino en el día a día del trabajo”, señala.

“No podía oler nada, ni siquiera por vía retronasal. En la boca no notaba la textura, ni la acidez, ni la parte glicérica del vino”, recuerda Montse Alonso”. La única sensación que podía captar era el alcohol”. Y Miquel Hudin, probablemente, nunca olvidará la experiencia frente a uno de sus blancos favoritos, un Chablis Premier Cru: “Sabía repugnante, como agua sucia con alcohol, cuando es un vino que me encanta. La sensación fue terrible”.

Volver a la normalidad

Robertson tuvo una experiencia previa, más alarmante si cabe, cuando perdió el sentido del tacto en la mitad de la lengua al practicarle un empaste. “La anestesia afectó al nervio lingual. Lo viví incluso peor porque era algo completamente nuevo”. Esta vez ha pasado rápidamente a la acción y se ha hecho con un kit de aromas para ejercitar el olfato (“el entrenamiento es básico en las casas de perfumes; empiezan por aromas sencillos y van evolucionando a otros más sofisticados”) y ha estado practicando movimientos para abrir los conductos nasales. Cuenta que el kit de aromas ha enghanchado a su familia y que sus hijos practican regularmente mañana y tarde. “La experiencia me ha servido para tener más respeto por el olfato y darme cuenta de que en nuestro trabajo podemos hacer cosas para conservarlo”, señala.

Montse Alonso está experimentado una recuperación progresiva, aunque cuando hablamos la semana pasada aún no había alcanzado el cien por cien. “No tengo problemas con la parte frutal del vino. En un Pazo Señoráns Selección de Añada 2004, por ejemplo, capté las notas de membrillo, pero me faltaba la parte reductiva-evolutiva en botella que da esos toques característicos de queroseno. Pienso que quizás se debe a que son aromas más complejos que se encuentran en capas inferiores. Y un Fino Inocente me ha resultado mucho más fresco y joven de lo habitual”.

Miquel Hudin, quien ya se ha enfrentado a sus primeras baterías de cata tal y como ha compartido en su cuenta de Instagram, reconoce que volver a la normalidad lleva su tiempo

Lo mejor de todo es que se trata de una situación pasajera porque, como nos decía Juan Cacho, catedrático de Química Analítica de la Universidad de Zaragoza y fundador y director “Ad Honorem” del Laboratorio de Análisis del Aroma y Enología, “si falla el olor, nada tiene sabor y comer deja de ser un placer. Por eso, muchas personas anósmicas caen en la depresión”.


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