Ubicada en un discreto local en el Barrio de Las Letras de Madrid, la Vinoteca Moratín recuerda a esos pequeños bistrots parisinos de ambiente acogedor que invitan a pasar y disfrutar de una cena tranquila.
El interior es un fiel reflejo de las sensaciones del exterior, con una decena de mesas de madera sin mantel, iluminación tenue, estanterías con libros variados y cuadros en las paredes que dan una calidez natural al espacio. La discreta música de jazz de fondo remata esa sensación de calma en este restaurante, perfecto para venir en pareja.
Marcos Gil es el propietario y excelente anfitrión de esta casa de comidas, abierta a finales de 2012. Ayudado por una persona en cocina y otra en sala, Marcos se encarga personalmente de comprar los ingredientes y de la mise en place. Cuando los comensales se sientan a la mesa, también ejerce de anfitrión, explicando con detalle los platos y vinos de la carta y tomando las comandas.
La oferta gastronómica no diferencia entre entrantes principales y se pueden compartir. Hay un plato de cuchara y un pescado del día que cambian en función de lo que haya en el mercado y una decena de platos de aparente sencillez y con productos bien tratados.
En nuestra visita, Amaya y yo compartimos los puerros confitados con salsa romesco (12 €), muy finos y sabrosos, unos tiernos corazones de alcachofas, un delicioso salmón marinado en casa con una vinagreta de encurtidos (15€) y unos canelones caseros rellenos de un sabroso guiso de carrillada de ternera (18 €). El steak tartare tradicional (17 €), que Gil corta a cuchillo y aliña a gusto del personal, es otro de los platos favoritos de este restaurante madrileño.
La carta de vinos incluye unas 80 referencias, principalmente de pequeños y medianos productores de España, y de zonas vinícolas internacionales de Francia, Alemania o Chile con precios que no pasan de los 40 € por botella. Una veintena de las referencias de la carta también se sirven por copas. Gil apenas tiene un par de botellas de cada referencia en su almacén porque tiene la suerte de contar con su proveedor, la vinoteca Trigo, a la vuelta de la esquina, que le reparte dos veces al día.
El servicio de vino, con copas Riedel y Schott, se cuida tanto como el de la comida, presentada en una sencilla vajilla blanca, acorde con el estilo de un restaurante que ofrece calidad en una cocina honesta, sugerente y sin estridencias. Y.O.A.