Pasión por el vino español

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Un año y medio fue todo el tiempo que necesitaron Iñaki Murua y Carolina Sánchez para lucir su primera Estrella Michelin en la entrada de Ikaro, su luminoso y acogedor restaurante en el centro de Logroño.

La rapidez con la que esta pareja convenció a la guía roja denota lo asentado de su propuesta, que funde el buen producto con una visión creativa y vanguardista de la gastronomía local con guiños a sus raíces —Iñaki es de Laguardia, en Rioja Alavesa, y Carolina del sur de Ecuador.

Su cocina también se nutre de su experiencia ya que a pesar de su juventud, Carolina e Iñaki, que se conocieron en el máster del Basque Culinary Centre, han trabajado en algunas de las cocinas más respetadas del país —Lasarte, Azurmendi, Venta Moncalvillo o El Celler de Can Roca, entre otros. “La nuestra es una cocina personal,” aseguran. “Un poco tradicional y un poco moderna, un poco de aquí y un poco de allá”.

Además de la carta, Ikaro ofrece tres menús con una relación calidad-placer imbatible y que cambia según las estaciones: el Menú Corto (38 €), que incluye aperitivos, tres platos salados y postre, Descubrir (50 €) con ocho pases e Íkaro (64 €) con 11. Los dos largos tienen opción de maridaje adicional (27 y 35 € respectivamente).

Merece la pena elegir el menú Íkaro para disfrutar de la depurada técnica y el buen hacer de esta pareja a los fogones. Con los entrantes comienzan un viaje gastronómico por Ecuador con un aperitivo de allí llamado Canelazo elaborado con canela, naranjilla y aguardiente. Continúa en el País Vasco con una original gilda deconstruida y servida con helado de aceituna y gel de piparras y un bacalao a la vizcaína para trasladarnos a La Rioja con un buñuelo de champiñón al estilo de la calle Laurel y un gofre de patata con chorizo antes de finalizar al otro lado del Atlántico con un delicioso ceviche de patitas de cerdo.

El resto del menú incluye platos como el cardo a la carbonara, elaborado con esta verdura típica del invierno riojano con un fondo de tuétano vegetal encurtido o el rape crujiente con escabeche de la abuela, otra receta traída de Ecuador pero pasada por el tamiz de esta pareja que consigue sorprender y agradar a partes iguales con su frescura y técnica culinaria a la treintena de comensales que llenan a diario su restaurante.

La carta de vinos tiene precios comedidos y cuenta con una razonable selección de tintos de Rioja (quizás mejorable en los blancos). También tiene un abanico de referencias de muchas otras zonas de España y del extranjero, que incluye jereces de Las Botas y El Maestro Sierra por copas (a 3,50 € y 4 €, respectivamente) y un puñado de vinos dulces para acompañar los postres. Cuentan también con un pequeño cupo de referencias de Vega Sicilia.

El comedor, con una docena de mesas con manteles blancos y una iluminación cálida y agradable, invita al disfrute en calma y a alzar de vez en cuando la vista a la cocina, separada del comedor por un cristal. El servicio, casualmente dirigido por Carolina el día de nuestra visita en ausencia del jefe de sala, es amable y sonriente y dispuesto a que el comensal disfrute de la experiencia del mestizaje culinario de esta pareja sencilla y con un gran porvenir en la gastronomía riojana y nacional. Y.O.A.