Pasión por el vino español

DIRECCIONES

Cuando el inglés Gerald Diffey se animó a abrir un nuevo Geralds Bar en 2013, decidió que lo haría en San Sebastián, la ciudad que le había robado el corazón durante unas recientes vacaciones. Ni la barrera del idioma ni los 17 000 kilómetros que separan la ciudad vasca de Melbourne, su hogar durante más de 30 años, le quitaron la ilusión.

Tras abrir un restaurante pop-up en la parte vieja, el hostelero decidió buscar un espacio permanente. Fue así como en mayo de 2015 se instaló en Gros, en una modesta casa de comidas tradicional que había cerrado la persiana tras la jubilación del propietario. Gerald conservó su barra original, las baldosas rojas en el suelo y hasta las paredes forradas de madera que le dan un entrañable aire retro y sin imposturas. La ecléctica y divertida decoración del local —un par camisetas colgadas del techo, un calendario gigante junto a la carta, una cara de Andy Warhol, una foto firmada de George Best o botellas vacías alineadas encima de la barra— refuerzan ese carácter genuino de espacio con historias y vida en el que siempre suenan de fondo vinilos de ska y jazz.

La también inglesa Bella Bowring, socia de Gerald desde 2017, es quien se encarga del local donostiarra en la actualidad. Con las restricciones de la pandemia, la clientela ha sido más local —hosteleros, estudiantes y vecinos de todas las edades— pero en verano nunca faltan visitantes de Estados Unidos, Francia o Gran Bretaña.

Este ambiente internacional y cosmopolita no se limita a los comensales: entre la plantilla mayoritariamente femenina de Geralds hay media docena de nacionalidades. Jessica, la jefa de cocina, es de Estados Unidos y prioriza siempre el producto local de temporada para su carta, que cambia a diario, pero sus recetas tienen influencias diversas y pueden ir desde una ensalada de cítricos (10 €) a una cabezada de cerdo con remolacha y chutney (16 €). “Usamos bastante la mantequilla, hacemos pastas y hojaldres caseros y nuestro propio pan, pero no abusamos de las especias”, indica Bella, que lleva la sala con una admirable alegría, profesionalidad y tiene bonitos detalles como un cuenco con agua en la entrada para los perros. “Si se portan bien, son más que bienvenidos”.

Como en la comida (el menú se publica a diario en la web), le gusta que los vinos de la carta —unos 80, que cambia parcialmente cada dos o tres meses— tengan un enfoque en el viñedo y sean de pequeño productor “o de bodegas que cuiden la tierra y hagan las cosas con amor”, asegura la co-propietaria de Geralds. “Tenemos vinos naturales, pero nos gusta la variedad y en la carta hay para todos los gustos”.

La oferta por copas incluye una veintena de blancos, rosados, tintos, espumosos y generosos que se sirven en diferentes formatos (10cl, 25cl y jarritas de 50cl) y son casi en su totalidad de productores españoles, a los que Bella, aficionada al vino “desde siempre”, procura visitar. “Como Rioja está al lado, intento ir cuando puedo para catar y aprender. Yo, que vengo de Inglaterra, donde prácticamente todo el vino se importa, me gusta enfocarme en España porque el abanico de estilos es muy amplio y variado”, explica Bella, que lo mismo sirve un Conasbrancas blanco de Ribeira Sacra que un Roselito de albillo y tinto fino o un Bhilar Plots de Rioja.

Los fines de semana tienen una costumbre divertida: una persona del equipo elige y prueba un par de vinos de la carta para servir por copas en el bar. Con las notas de cata que escriben ellas, van creando una carpeta con sus propios vinos, estilos y gustos. Quizás, algún día, cuelgue también de la pared entre la imagen de Warhol y los discos de ska y jazz. Y.O.A.