Pasión por el vino español

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La Tavina es uno de esos lugares en los que a los locos del vino nos hormiguea el estómago de la emoción; un pequeño parque de atracciones vinícola con tres plantas para probar, beber, catar, comprar y disfrutar sin miramientos.

Ubicado al comienzo de la calle Laurel, epicentro de la zona de bares logroñesa, La Tavina dispone de un mostrador hacia la calle y una barra en el interior para tapear y tomar alguna de las 20 referencias por copas disponibles que cambian cada estación. Estando en la capital de La Rioja, las marcas de la zona son las que copan la pizarra pero siempre hay opciones de otras regiones tanto españolas como extranjeras.

Los fines de semana pueden ser muy bulliciosos en la planta baja del local, especialmente a medida que llega la primavera y se multiplican las despedidas de soltero (muy populares en Logroño) pero entre semana y en los meses más fríos es un lugar muy agradable para disfrutar de una copa.

Los que prefieran espacios más tranquilos pueden subir a la primera planta del local, donde hay una tienda con más de 600 referencias locales, nacionales e internacionales que se pueden comprar para llevar o para consumir con unas tapas en las mesas corridas de la sala. Los precios son más que razonables: Ganko, un 100% Garnacha riojana de Olivier Rivière, o el Tempranillo Blanco de Abel Mendoza cuestan algo menos de 18€ la botella; si se toma in situ, La Tavina aplica a ese precio un descorche de 2 €.

Es en esta planta donde se organizan las populares catas de los lunes a las que acuden a presentar sus vinos los bodegueros de la zona pero en las que también hay propuestas de otras zonas y degustaciones de productos como quesos o chocolates. En consonancia con los precios ajustados del local, las catas no suelen subir de los 22 € por persona e incluyen algo de picar.

Ese ambiente informal también se palpa en la segunda planta, ocupada por un restaurante pequeño y de estética moderna en el que se sirve comida sencilla, sin estridencias ni alardes vanguardistas pero de buena calidad. Como el protagonista es el vino, el menú del día (18 €) se puede complementar con una amplia variedad de vinos por copas o con cualquiera de las referencias de la primera planta, que se cobran a precio de tienda más descorche.

Sonia es la sumiller que selecciona los vinos y gestiona todas las actividades que se organizan en La Tavina, que no son pocas. Los miércoles elige un vino para servir a ciegas —tanto por copas en el bar como en botella en la vinoteca y el restaurante— y al cliente que adivine de qué vino se trata le regalan una botella al día siguiente.

Además de las catas de los lunes, Sonia dirige un curso de cata exprés (20 €) todos los sábados y domingos y lo adapta a los conocimientos e interés de los participantes. “En general la gente quiere aprender las nociones básicas, pero si viene un grupo que le apetece catar por ejemplo blancos con crianza, se lo organizo a su medida”, explica Sonia, que constata las ganas de aprender y el nivel de conocimiento de la mayoría de los extranjeros que solicitan los cursos, que también se imparten en inglés. “Nos visitan muchos productores extranjeros y aficionados de Canadá, EE UU y Australia; a los franceses, a pesar de estar relativamente cerca de la frontera, no les vemos tanto por aquí”, añade. Y.O.A.

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