Esta bodega ejemplifica el perfil de pequeño productor de la Sonsierra riojana que se inició con los tradicionales vinos de cosechero de la zona. Hasta 1989, cuando la familia construye su nueva bodega, vendían vino a granel a reputadas firmas riojanas, pero en 1990 dan el salto al embotellado. Hoy el alma de la casa son Pilar, que se encarga de casi todo lo que tiene que ver con la bodega y comercialización (solo hay que pensar que venden directamente a clientes finales) y su hermano Carmelo, más centrado en el viñedo y otras tareas administrativas.
Cuentan con 15 hectáreas de viñedo propio, entre las que destacan algunas pequeñas parcelas de cepas muy viejas de formas tan espectaculares. Todas ellas están situadas en la zona media y alta de Ábalos (Rioja Alta) entre los 580 y 600 metros de altitud.
La gama de vinos que les ha dado más visibilidad es La Cantarada, producciones muy pequeñas y a menudo experimentales que comenzaron en 2014. Alejandro Perfecto (Temerario) se encarga desde la añada 2024 de la elaboración de todos los vinos de Fernández Eguíluz.
Los Cantaradas blancos se apellidan “de Las Mozas” y los tintos “de los Mozos”. La cantarada es una medida de 16 litros y el apellido “de Las Mozas” hace referencia al impuesto líquido que cualquier mozo que quería cortejar a una chica de otra localidad debía pagar a los chicos de ese pueblo.
Para esta gama se eligen parcelas viejas con suelos de gran personalidad (cascajo de río o piedra arenisca son algunos ejemplos). Los vinos van numerados y comienzan con un tinto de tempranillo (Los Mozos, unas 1.700 botellas, 21,50 €) y un blanco de viura amplio y elegante que empieza la fermentación en inoxidable y acaba en barrica (Las Mozas, alrededor de 600 botellas, 32 €).
Hay también un turruntés (300 botellas, 38 €) de perfil cítrico y afilado que se elaboró en 2016 y otra vez en 2018. Viene de una viña centenaria que se llama Romalache. Se hizo una experiencia de calagraño (una variedad productiva pero que aporta buena acidez) en damajuana para el restaurante Nerúa de Bilbao y siguen explorando esta variedad para elaboraciones en el futuro.
La garnacha (700 botellas, 24 €) proviene de viñas de 20 años plantadas en la parte alta de San Vicente y se cría en bocoy francés de 600 litros durante 12 meses. Con la añada 2018 lanzaron Cantarada de los Mozos San Prudencio (420 botellas, 35 €) una viña centenaria del abuelo con un alto porcentaje de blanco (hasta un 30%) que se vinifica en cofermentación con el tinto y se cría en barrica francesa de 340 litros.
La línea tradicional de la bodega que se comercializa bajo la marca Peña La Rosa está compuesta por vinos sinceros, bien elaborados y de precios muy asequibles. El producto estrella, del que hacen 45.000 botellas, es el maceración carbónica, pero también elaboran un blanco joven de viura y malvasía (6.000 botellas) y dos tintos de crianza que mantienen la fermentación tradicional con racimos enteros: el Vendimia Seleccionada (3.700 botellas), de viñas viejas en Ábalos que se cría 18 meses en roble americano, y Secreto del Abuelo (1.200 botellas), uvas más seleccionadas aún y con un año en roble francés de segundo año.
La gama alta de Peña La Rosa es el Grano a Grano, que combina uvas de una viña emparrada de 45 años en altitud y buena frescura, con otras parcelas en función del perfil de la añada.
La última incorporación a la gama Peña La Rosa, que verá la luz quizás en 2026, incluirá un parcelario de tempranillo despalillado de la añada 2024. Su origen es una viña situada en San Vicente, en el camino hacia Rivas de Tereso, en el paraje de Las Tasugueras.
La producción total de la bodega ronda las 90.000 botellas. Pilar, muy interesada por vincular el consumo de vino a la cultura y a otros productos del entorno, organiza conciertos, catas y hasta obras de teatro en la bodega durante muchos fines de semana del año.
Foto cortesía de larioja.com
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