Jesús Ángel Toledo y Julián Ajenjo son primos y residentes en Quintanar de la Orden (Toledo). Además de llevarse bien, se complementan a la perfección. Jesús, enólogo y quinta generación de agricultores en La Mancha, es el hombre del vino, mientras que Julián, propietario de una gestoría, se encarga de los números y de mantener los pies en la tierra.
El nombre de la bodega tiene todo el sentido porque empezaron en un garaje con lo mínimo (dos depósitos, dos barricas, una despalilladora y una estrujadora) en la cosecha 2015 para elaborar apenas 500 botellas. La producción y la gama de vinos fue creciendo con el tiempo, pero sin perder el espíritu inicial. Hoy no hay mucho más de 10.000 botellas repartidas en ocho vinos.
El foco son las variedades autóctonas, con especial atención por las minoritarias. Esta vocación les ha llevado también a plantar una hectárea con albilla y variedades recuperadas por el IVICAM (Instituto de la Vid y el Vino de Castilla-La Mancha) como tinto fragoso, malvar o moscatel serrano, una variedad de mucha acidez fruto del cruce natural de beba y moscatel de Alejandría.
Quizás su vino más icónico sea la brujidera (o moravia dulce) que elaboran desde 2016 y a la que apodan la “pinot manchega”. Las uvas proceden del único viñedo que queda en el pueblo y que durante mucho tiempo estuvo catalogado como si fuera garnacha. También elaboran cencibel (tempranillo) en dos versiones, joven y con crianza (este último se llama 6 de 7), tinto velasco (otra variedad de gran interés en la zona por su buena acidez y ciclo largo y con la que hacen un tinto con fines benéficos), garnacha tintorera y ocasionalmente un tinto de la pámpana blanca, una posible mutación de la tinto velasco con el envés de la hoja velloso. El tinto “Forastera” es un syrah y su única incursión en variedades internacionales.
En blancos tienen una airén de un viñedo plantado por los bisabuelos en 1940 en suelos muy calizos, y un original verdoncho, variedad bastante desconocida hasta ahora que elaboran de forma original con pieles, lo que aporta grandes dosis de personalidad y energía. Todos los vinos son parcelarios y, de hecho, los viñedos o parajes figuran en la etiqueta junto con la variedad. Los precios oscilan entre los 13 € de los vinos blancos y una horquilla de 17 a 23 € en el caso de los tintos. En todos los casos las producciones son muy reducidas. Todas las etiquetas se comercializan bajo el paraguas de VT Castilla.
