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Mariona Vendrell y Albert Canela son la pareja detrás de este pequeño proyecto para elaborar vinos de poca intervención en la DO Conca de Barberà, una comarca entre montañas en la provincia de Tarragona bañada por los ríos Francolí y Anguera con inviernos frescos y veranos no demasiado calurosos.

Con la idea de estudiar veterinaria, Mariona se matriculó en la universidad. “Por aquel entonces, yo solo bebía vino con Coca-Cola. No soy de familia viticultora pero descubrí la enología y el vino me atrapó”, explica Mariona, que ahora es vocal en el Consejo Regulador.

Durante sus estudios conoció a Albert, cuya familia lleva varias generaciones cultivando viñedo en Cabra del Camp y con las uvas de las fincas de los Canela, la pareja comenzó a elaborar sus primeros vinos. “La mitad era vinagre, pero el resto lo embotellamos a ver qué pasaba y no nos fue mal”, recuerdan.

Recién entrados en la veintena, se apuntaron al Viver de Celleristes, un innovador proyecto en la localidad de Barberà de la Conca que pone a disposición de pequeños emprendedores del sector una bodega equipada para que puedan elaborar sus primeros vinos. Había lista de espera, pero al cabo de dos meses pudieron trasladarse al Viver, ubicado en un edificio construido a principios del siglo XIX y que albergó la primera cooperativa agrícola de España. El funcionamiento de este centro comparte el espíritu cooperativo, aunque los productores, que pagan una cuota en función de los kilos que trabajan y el tiempo que permanecen en el Viver, tienen que traer sus propias uvas y barricas.

Tras cinco años en el Viver de Celleristes, Mariona y Albert se trasladaron en 2016 a una bodega garaje en el polígono industrial de Pira, a cuatro kilómetros de Barberà, donde elaboran más de media docena de referencias con las variedades tradicionales de la zona, principalmente trepat y parellada más algo de ull de llebre (tempranillo) y garrut (monastrell). Para su tinto Feedback (1.500 botellas, 12,25 €) mezclan estas dos últimas variedades con algo de cabernet, plantado en las viñas familiares cuando las uvas francesas eran consideradas mejorantes.

Las 20 hectáreas que trabajan, entre propias y arrendadas, está cultivadas en ecológico. Esto al principio les supuso problemas porque muchos viticultores, al verles tan jóvenes y nuevos, no se fiaban de ellos aunque la pareja pagara más que la cooperativa. Ahora cuentan con una red de proveedores habituales que les abastecen de uva de viñas viejas que se suman a las familiares, principalmente en Cabra del Camp. Esta localidad —en la que no se plantó trepat después de la filoxera— se quedó fuera de las lindes de la DO pero como históricamente ha surtido a los viticultores de la Conca, el reglamento permite su utilización.

La variedad principal para los tintos de Succés es la trepat. Con ella elaboran La Cuca de Llum (luciérnaga en catalán), su tinto de entrada (35.000 botellas, 7,90 €) proveniente de viñas de entre 17 y 45 años que vendimian en octubre, ya que la trepat es una variedad de maduración tardía. Se macera durante 20 días y se conserva en depósitos de inoxidable y de fibra con un 5% de raspón.

El Mentider (1.500 botellas, 14,95 €) proviene de cuatro viñedos viejos de trepat plantados en suelos arcillo-calcáreos en Barberà, Sarral y Solivella. Como La Cuca, se macera unos 45 días y se cría en barricas de 500 y 600 litros durante nueve meses. Es un vino con carácter mediterráneo, fruta negra madura, notas especiadas y buen volumen, demostrando que con la trepat también se pueden hacer vinos concentrados pero elegantes.

Con viñas de trepat plantadas en 1900 también comenzaron a elaborar en la añada 2016 una barrica de El Solà (300 botellas), mientras que la añada anterior su novedad fue Patxanga (9.300 botellas, 7,90 €), un rosado también de trepat, fresco y sin paso por madera.

Mariona y Albert elaboran dos blancos con parellada, una variedad aromática y de ciclo largo muy implantada en la zona que se ha destinado tradicionalmente al cava y de la que hay pocos vinos tranquilos monovarietales. Parellada Experiencia (14.500 botellas, 9,40 €) nació en la cosecha 2013 y es un brisado, es decir, se fermenta con las pieles, a la manera tradicional de la zona. El Pedregal, cuya primera añada es 2014, (500 botellas, 21,20 €) proviene de cepas de más de 50 años plantadas a 600 m de altitud sobre suelos de guijarros.

Todos los vinos se elaboran con levaduras espontáneas y sin sulfitos, aunque tanto Mariona como Albert, que entre los dos se reparten todas las tareas de campo, bodega y comercialización, aseguran que no son radicales en este tema: “si viene un año malo, no dudaremos en usar sulfitos”.

No hay visitas a la bodega pero Mariona y Albert sí que organizan paseos por sus viñedos donde los aficionados pueden probar algunos de los vinos de la pareja. Se puede contactar con ellos a través de sus redes sociales.

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