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1. Catas a ciegas y notas en el seminario de Haro 2. Sarah Jane Evans y Pedro Ballesteros 3. La aspirante Onneca Guelbenzu 4. Asistentes al curso de Haro 5. Botellas con muestras para catar a ciegas Fotos: Yolanda Ortiz de Arri y Bodegas Muga

Experiencias

El duro camino para llegar a ser Master of Wine

Yolanda Ortiz de Arri | Martes 14 de Julio del 2015

Dice Jancis Robinson MW que los exámenes del Master of Wine son “estrictamente para masoquistas”, pero para compañeras de profesión como Sarah Jane Evans, que consiguió el título en 2006, las ventajas de llevar esas dos letras detrás del apellido compensan todos los esfuerzos previos.

Como presidenta del Institute of Masters of Wine (IMW), Evans está empeñada en internacionalizar la imagen de este insigne centro, creado en 1953 por los comerciantes de vino británicos para mejorar su formación. En aquel año sólo seis de los 21 candidatos superaron el examen y aunque hoy en día el número de aprobados sigue siendo mínimo —menos de un 10% anual— hay más mujeres tituladas y un exótico abanico de nacionalidades. 

Los 321 estudiantes del Master of Wine —entre los que hay varios españoles— provienen de 36 países diferentes. Es un camino largo, duro y lleno de sacrificios, que para algunos comienza en los seminarios de presentación que el IMW imparte en distintos lugares del mundo, como el que tuvo lugar esta pasada primavera en Bodegas Muga en Haro, con el apoyo de la Fundación para la Cultura del Vino

Allí, cinco Masters of Wine —Sarah Jane Evans, Annette Scarfe, Ed Adams, Norrel Robertson y Pedro Ballesteros, el único español poseedor del título— explicaron en qué consiste el programa de estudios, que cada aspirante prepara por su cuenta, y como intentar superar el “riguroso pero justo” examen. 

Mucho más que estudio

Hay que estudiar, y mucho, pero eso solo no es suficiente. Un candidato a MW debe demostrar su capacidad de análisis, síntesis y pensamiento crítico. “El Instituto no es una universidad ni un MBA, así que da por hecho que el aspirante viene con el temario estudiado. Si en el examen preguntan cómo gestionarías el pH durante la vinificación, no empieces a explicar qué es el pH. Lo que queremos ver es como pones en práctica todo lo que sabes, no cuanto sabes”, explica Ballesteros, colaborador de SWL

Es un enfoque de trabajo al que hay que acostumbrarse, y que no resulta fácil para muchos estudiantes, especialmente los de países con sistemas educativos como España o Italia basados más en el aprendizaje y la memoria que en trabajos prácticos. Esto, unido al hecho de que el inglés es la lengua vehicular, probablemente sea una de las razones de que tanto Italia como España sólo tengan un MW (Pancho Campo renunció al título en 2012 después de que el IMW abriera una investigación por supuestas infracciones del código del conducta del centro).

Es necesario cumplir tres requisitos previos para solicitar la admisión al Programa MW: estar vinculado al mundo del vino, tener el Diploma WSET u otra titulación especializada y superar una prueba de acceso teórica y una cata a ciegas.

Onneca Guelbenzu está satisfecha con el examen de acceso que ha hecho en el seminario de Haro. Los resultados no se publicarán hasta septiembre, al igual que el resto de solicitudes que llegan al IMW desde el resto del mundo, por lo que toca esperar. Aunque nacida en Navarra, ha viajado desde Ginebra, donde trabaja como sumiller para dar el primer paso en esta carrera de larga distancia. Su meta es estar algún día entre las primeras Master of Wine de España.

“Estudié Derecho pero llevo vinculada al vino toda la vida por tradición familiar. Mi primer trabajo en Vila Viniteca me abrió las puertas a probar y aprender un mundo nuevo al que me aficioné”, comenta Onneca, que también toca el bajo en Las Furias, un grupo femenino de rock. “Ahora trabajo en Mövenpick, donde también tengo la suerte de probar un montón de vinos del mundo que me ayudarán en la preparación del MW”.

Apoyo de los expertos

Ella y el resto de asistentes al curso de Haro —originarios de España, Estados Unidos, Italia, Dinamarca y Bélgica— escuchan atentamente como se estructura la formación para convertirse en MW. Son necesarios al menos tres años de estudio, aunque la mayoría de candidatos, que en general combinan el master con su trabajo, necesita más tiempo.

Para los estudiantes europeos, el primer año incluye un seminario presencial de una semana en Austria (Adelaida o San Francisco, para aquellos que elijan examinarse en los centros de Asia y Norteamérica) con clases, catas a ciegas, visitas a bodegas y talleres con Masters of Wine. La preparación previa al seminario y a los cursos de continuidad (Course Days) en Londres es esencial para poder presentar trabajos pero cuentan con el apoyo de un MW que hace de tutor durante todos su periplo de estudio. 

El examen del primer ciclo consta de dos ensayos y una cata a ciegas de 12 vinos. “Lo más importante no es adivinar qué vino es sino detallar sus características y justificarlas con razonamientos fundados: variedades, origen, tipo de elaboración, azúcar residual, grado alcohólico, calidad y estilo”, explica Elisa Úcar. 

Ella superó a la primera la prueba teórica y práctica el año pasado gracias a un entrenamiento severo y mucha fuerza de voluntad. “Estudio mucho y cato todos los fines de semana; mi marido [Enrique Basarte, viticultor y enólogo de Domaines Lupier en Navarra] selecciona las muestras y yo las cato a ciegas”. Para Elisa, el Coravin es “el invento del siglo” porque le permite catar vinos en distintas etapas de su preparación, con el consiguiente ahorro de dinero y tiempo a la hora de conseguir vinos que a veces pueden resultar difíciles de encontrar, incluso con internet.

Este año ha tenido que viajar a muchas ferias y eventos con sus vinos de Domaines Lupier por lo que dejará el durísimo examen de segundo nivel para el año próximo, pero sigue entrenando tanto en casa como con su “grupo itinerante” de cata, formado por candidatos de España, Portugal, Francia, Italia y Alemania.

“Nos juntamos algunos fines de semana y traemos a un MW para catar y estudiar la teoría. La primera vez fuimos a Barcelona, y después hemos estado en Portugal, Borgoña y Alemania. Hacemos visitas a bodegas y viñedos y estudiamos y catamos juntos. Nos ayuda a todos”, explica Elisa.

Es un punto en el que insisten todos los MW en Haro. “Los candidatos no compiten entre ellos; sólo compiten con el examen”, dice Norrel Robertson, un trotamundos que se ha recorrido medio mundo trabajando con vino y ahora se ha asentado con su proyecto de El Escocés Volante en Calatayud. “Es muy positivo para contrastar ideas”. 

Examen maratoniano

El segundo año es una etapa crucial. Requiere completar un seminario presencial de cinco días, al menos dos course days y tres trabajos escritos durante el año académico. A estas alturas, los tutores asumen que los estudiantes saben redactar perfectamente sus trabajos —los MW inciden permanentemente sobre este tema durante el seminario— y redactar notas de cata según los requisitos del Instituto.

Todo este proceso de estudio y cata culmina con un maratoniano examen de cuatro días de duración para el que, como dice Ballesteros, “es necesario estar en plena forma física”. Durante tres mañanas tienen lugar los exámenes prácticos. Cada día se catan 12 vinos a ciegas que pueden ser de cualquier lugar del mundo y las notas de cata deben incluir los mismos parámetros que en el examen del primer curso. Por las tardes hay tres horas de exámenes teóricos con temas sobre viticultura, enología y control de calidad, y aspectos legales. 

El último día de este triatlón vínico se reserva para las pruebas de marketing y “cuestiones contemporáneas”, que busca medir la capacidad comunicativa de los aspirantes. Qué factores del viñedo influyen en la elección de portainjertos o qué consideraciones logísticas hay que tener en cuenta en el transporte de vinos a granel son dos ejemplos de preguntas de examen que surgieron en la prueba de Haro.

Los que pasen cada prueba con un 60% podrán optar a superar el último obstáculo para convertirse en Master of Wine, que consiste en una tesis en inglés —se aceptan traducciones de originales— de entre 6.000 y 10.000 palabras sobre un tema a elección del candidato. “Conviene escoger un tema que te guste. Yo escribí sobre los almacenistas de Jerez”, explica la periodista Sarah Jane Evans.

Perseverancia, determinación y motivación son fundamentales, pero también hay que tener en cuenta el coste del curso. Sólo las matrículas, derechos de examen y seminarios  presenciales suponen unos 16.000 € a lo que hay que sumar las muestras de vino para catar durante los años de estudio y los gastos de viajes y alojamiento. Ed Adams consiguió un patrocinio de su empresa, pero otros como Elisa lo costean de su propio bolsillo. En cualquier caso, a ella le parece rentable. “La formación, los viajes, la gente maravillosa que conoces, los vinos que catas… son tremendamente enriquecedores. Yo estoy recibiendo mucho más de lo que me cuesta económicamente”.

Para ella y para MW como Annette Scarfe, que dejó su puesto de banquera y ahora trabaja en muchas ocasiones como voluntaria para el Instituto, el saber de vino no tiene precio.

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1 Comentario(s)
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Mayka escribióLunes 03 de Agosto del 2015 (11:08:11)Enhorabuena a los directivos y creadores de MW es una metodología acorde a lo que se pretende practica, basada en la experiencia y cómo sabes trasmitir ese conocimiento. Ha conseguido un prestigio mundial. Estoy totalmente de acuerdo en lo que dice Annete saber de vinos no tiene precio. Gracias por la información.
 
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