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Encrucijado 2015 Blanco

Este año, SWL celebra la Sherry Week con una pequeña anomalía: un vino del Marco inspirado en elaboraciones históricas, pero sin el sello de la DO y que ya no se puede encontrar bajo el nombre Encrucijado. Nos permite , sin embargo, recordar el revulsivo que supuso, a principios de la década de 2010, la aparición de una nueva generación de productores que abogaron por un necesario regreso al terruño.

Los más influyentes, sin duda, han sido Willy Pérez y Ramiro Ibáñez gracias a su proyecto conjunto, De la Riva, y al trabajo desarrollado en sus propias bodegas, situadas en dos localizaciones clave del Marco: Jerez de la Frontera en el caso de Pérez y Sanlúcar de Barrameda en el de Ibáñez. A menudo, su inmersión histórica en las claves cualitativas del jerez se ha traducido en vinificaciones que quedaban fuera de la normativa. 

La recuperación de la crianza estática y los vinos de añada, el abandono del encabezado, o la exploración de los pagos con sus respectivos estilos asociados, incluida su expresión como vino de pasto, han sido las grandes apuestas de la nueva generación de productores. Muchas de estas reivindicaciones se han reflejado en las últimas modificaciones aprobadas por el Consejo Regulador de Jerez, en especial, el fin del encabezado obligatorio y el anuncio de una nueva denominación de origen para los blancos de pasto.

Aunque la modernidad en el Marco se asocia normalmente a los blancos de albariza sin encabezar y a un uso inteligente de la crianza biológica que no oculte la personalidad del terruño, no se puede olvidar la nueva perspectiva con la que productores como Ramiro Ibáñez abordan la crianza oxidativa.

¿Cómo era un palo cortado del siglo XIX? Encrucijado nació en la cosecha 2012 para responder a esta pregunta. “El cortado es un vino típicamente jerezano”, explica Ibáñez. “En Jerez de la Frontera, a mediados del XIX, una bodega podía tener un 5% de vino con flor y un 95% de oxidativa”. Los vinos se clasificaban en ese momento en palmas (destinadas a crianza biológica), cortados (para crianza oxidativa) y rayas. Esta última categoría era un cajón de sastre para segundas prensas, vinos con restos de azúcar o volátil, o palmas y cortados fallidos. “Una bodega podía tener 20% de palmas, 20% de cortados y 60% de rayas”, apunta Ibáñez. Las mejores palmas y cortados podían envejecer durante años en bota ganándose el título de dos, tres o cuatro palmas/cortados, en este último caso cuando superaban los 35-40 años de envejecimiento. Las mejores botas, por otro lado, envejecían de manera estática. 


El objetivo de Ibáñez con Encrucijado fue hacer un cortado con capacidad para convertirse en cuatro cortados, pero sin esperar los años canónicos de crianza en bota. Otro elemento crucial fue la recuperación de las cepas utilizadas en el siglo XIX para los vinos de crianza oxidativa: variedades de ciclo largo como la perruno y la uva rey que se abandonaron después de la filoxera. El vino realizó una fermentación espontánea en bota y envejeció 10 meses en crianza biológica y 10 en oxidativa. El embotellado se realizó en el momento en el que un capataz del siglo XIX habría clasificado el vino como cortado frente a raya; de ahí el nombre Encrucijado. Se trata, además, de una crianza estática, sin adición de alcohol y con un breve asoleo de la uva. 

2015 es especial por distintos motivos. Fue un año cálido que permitió alcanzar los 15% vol. También es la última añada comercializada bajo el nombre original. Por un problema de marca, a partir de 2016 el vino se vende como Agostado. Los actuales Agostados se elaboran exclusivamente a partir de perruno y uva rey, mientras que en 2015 todavía había un 10% de palomino en la mezcla. El precio actual ronda los 52 €.

Es un vino para tomar en pequeños sorbos y disfrutar con tranquilidad. Muy lejos aún de alcanzar la plenitud de su desarrollo en botella, hace gala de una austeridad especial. En nariz se mueve entre los frutos secos (avellana), las especias, algún toque de orejones y sensaciones tostadas. En el paladar es reconfortante, con excelente textura, cierta densidad, muy buena acidez y notas tizosas y salinas que se prolongan en un larguísimo final de boca. Más profundo que concentrado y bastante menos estructurado que un oloroso seco al uso, ofrecerá gran versatilidad en la mesa acompañando platos de otoño. Se puede saborear sin más, o sumergirse junto a Ibáñez en un momento muy especial de la historia de Jerez. 

En su día se elaboraron 1.800 botellas.

Firma

Amaya Cervera

Periodista especializada en vino con más de 25 años de experiencia. Fundadora de Spanish Wine Lover y Premio Nacional de Gastronomía a la Comunicación Gastronómica 2023