Bodega Ojuel | Spanish Wine Lover

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Parte del Sistema Ibérico, la Sierra de Moncalvillo es una de las áreas vinícolas más desconocidas de Rioja. Situada a unos 20 kilómetros al sur de Logroño, forma la línea divisoria entre los valles del Najerilla y el Iregua. En el pasado, la altitud y la orientación norte podían comprometer la maduración de la uva. De ahí que no haya habido tradicionalmente marcas o elaboradores de peso y que fuera una zona de abastecimiento para grandes embotelladores de la denominación.

La década de los 2000, sin embargo, ha marcado un punto de inflexión en este sentido. Ayudados en parte por el cambio climático y por la tendencia terruñista, han surgido proyectos vinícolas centrados en expresar el paisaje de este pequeño rincón de Rioja. Uno de los más interesantes pese a sus pequeñas dimensiones es Ojuel, creado por el joven Miguel Martínez para recuperar un vino dulce tradicional, el supurao, que se elaboraba con uvas deshidratadas y se tomaba como reconstituyente o en celebraciones familiares.

Miguel cultiva nueve hectáreas de viñedo repartidas en 30 parcelas diferentes, seis de las cuales vienen de su familia paterna. Casi todas están en su municipio natal, Sojuela (la marca Ojuel es el nombre del pueblo suprimiendo su primera y última letra) o en los términos colindantes de Daroca y Medrano. Muchas de ellas son pequeños viñedos de cepas viejas en vaso situados en zonas boscosas hasta una altitud máxima de 800 metros.

En Sojuela Miguel distingue dos áreas delimitadas por el paso de la carretera LR-341, parte del corredor que conectaba Burgos con Soria. De la carretera hacia abajo, el carácter es más mediterráneo (se cultiva olivo por ejemplo) y con mayor presencia de arcilla en los suelos; hacia arriba, es territorio de robles y encinas. Aquí es donde se encuentran las viñas más salvajes como La Espinilla (suelos de canto rodado con arena y arcilla entre 750 y 800 metros), de la que se prepara un futuro vino de parcela. “Las variaciones de altitud, con el consiguiente cambio de vegetación y temperaturas hacen que esta zona sea muy rica en biodiversidad”, explica Miguel.

Miguel Martínez llegó al vino desde la etnografía. En el verano de 2005 ayudó a restaurar los neveros situados en lo alto de la sierra, lo que le hizo retomar el contacto con la zona y sus tradiciones. La historia del supurao (él mismo recordaba haberlo visto hacer en su casa) le fascinó hasta el punto de convertirse en productor. Acondicionó el viejo pajar de sus abuelos para poder colgar los racimos (caben unos 6.000) de cara a su deshidratación y concentración de azúcares. El supurao es un vino naturalmente dulce, de baja graduación (11-12% vol.), carácter primario (fermenta parcialmente en acero inoxidable y luego pasa dos meses en barrica antes del embotellado), ligero y fácil de beber. Se comercializa con la marca Ojuel en versión tinta, como era la tradición de la zona, y blanca, una innovación suya, en torno a unos 20 € la botella de 37,5 cl. Las producciones son muy reducidas: unos 600 litros de tinto y 400 de blanco y todos los años guarda en torno a un 20% para seguir envejeciendo en barrica y testar su evolución. La primera añada que salió al mercado fue 2012 pero hasta dos años después no pudo llevar el sello de la DOCa Rioja.

La gama de vinos secos se ha incrementado en los últimos tiempos y es previsible que siga creciendo a medida que embotelle parcelas por separado. De momento, ya ha solicitado la nueva categoría de vinos de municipio para algunas de sus etiquetas.

En la vieja bodega-cueva familiar elabora el maceración carbónica Aloxa (7 €, alrededor de 4.500 botellas) de forma tradicional y pisando con los pies. Ojuel La Plana (8 €, 1.500 botellas) es un coupage de tempranillo, garnacha y maturana. Le sigue Cerrosojón (16 €,1.300 botellas), elaborado con maturana y mazuelo de las viñas de un pequeño cerro situado junto a la línea de la LR-341 y Carrasojuela (18 €, 1.000 botellas, “carra” en castellano antiguo quiere decir camino a…), fruto de la mezcla de tres viñitas a mayor altura y con gran mezcla de variedades (garnacha, tempranillo, mazuelo, macabeo, calagraño, moristel, morisca…).

Una última rareza es Salvaje, un tinto sin sulfitos elaborado con una viña de garnacha con orientación sur y situada en la parte baja de Sojuela con fruta muy pura y viva que se vende casi por completo en Venta Moncalvillo, el cercano restaurante con una estrella Michelin.

También hay dos blancos: el coupage de tempranillo blanco y garnacha blanca Fuente León (8 €, 3.000 botellas) y un monovarietal de Garnacha Blanca (solo 600 botellas, 14 €) que se comercializa también bajo la marca Fuente León.

Miguel también se toma la molestia de elaborar arrope con mosto recuperando así la tradición de un producto que se tomaba en el desayuno o sustituía al azúcar para hacer rosquillas. Lo comercializa en pequeños tarros (8 €) y sus principales clientes son restauradores que lo emplean en sus postres.

Todas las etiquetas se han rediseñado recientemente e incorporan dibujos de mariposas que realzan la biodiversidad de la zona (aquí se puede ver el 75% de las especies existentes en La Rioja y casi la mitad de las que se encuentran en España). Para ser más fieles si cabe al pasado, los nombres (Oxuel, Aloxa) aparecen escritos a la antigua: con “x” en lugar de “j”.

VINOS CATADOS DE ESTA BODEGA

Ojuel Supurado 2015 Dulce
Ojuel La Plana Tempranillo, Maturana & Garnacha 2015 Tinto
Ojuel Salvaje 1 Garnacha 2016 Tinto
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