Pasión por el vino español

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Luis García de la Navarra es uno de los sumilleres más conocidos de Madrid tras su paso por las salas de restaurantes clásicos como Príncipe de Viana, El Amparo o Aldaba. En diciembre de 2011 creó un proyecto propio junto a su hermano Pedro, que se encarga de los fogones: la Vinoteca García de la Navarra, situada en los alrededores de la céntrica plaza madrileña de la Cibeles.

El vino está especialmente presente, empezando por el propio nombre del establecimiento y continuando por la decoración a base de tapones de corcho que se hace evidente desde el mismo momento en que se pone el pie en el local. La pizarra de vinos por copas cambia cada semana y aunque lo habitual es poder beber entre los 3 y 5 € no es raro encontrar propuestas de mayor nivel. Otro atractivo es el “vino de la semana”, ofertado a precio de tienda.

La carta de vinos es realmente extensa y puede llegar a las 900 referencias, algo que muchos no esperarían encontrar en un local de estas características. “Me lo merezco –dice Luis–, porque es mi hobby y si además de mi hobby puede ser trabajo y puede ser negocio, mejor”.

En la carta de precios razonables hay un buen equilibrio entre regiones, vinos nacionales y extranjeros, estilos (cuidados apartados de generosos y vinos dulces nacionales y extranjeros), productores clásicos y vanguardistas. Interesantes las secciones específicas de formatos especiales, verticales y añadas antiguas (sobre todo de los años 60, 70 y 80 de Rioja), un apartado este último que va a seguir creciendo y que pone a la Vinoteca en la ruta de restaurantes que ofertan vinos viejos.

En el lado gastronómico a cargo de Pedro, la combinación de una animada barra non-stop que empieza a servir desayunos a las siete de la mañana y un comedor con 17 mesas que ofrece cocina de mercado y platos tradicionales han convertido al establecimiento en un clásico de la capital. Las variadas croquetas, el pisto con huevo frito, las anchoas de Santoña, los callos según receta de la abuela o las patatas a la importancia son algunas de las propuestas más demandados de la carta que se complementan con productos de temporada basados en una cuidada red de proveedores: verduras de Navarra, tomate feo de Tudela, atún de Tarragona y Cádiz, gallo de corral de Aguilar de Campoo (Palencia). Cocina sin alardes pero bien ejecutada y que conecta muy bien con el imaginario colectivo de lo que se tomaba en los hogares españoles hace no tanto, pero que hoy, por el tiempo de ejecución necesario, ya casi no se elabora. De ahí que el local resulte también ideal para los visitantes extranjeros que quieran probar platos tradicionales españoles. Y además encaja perfectamente dentro de la ruta turística de la capital. Entre Cibeles y Alcalá, junto al Ayuntamiento y a un paso del Museo del Prado y del Museo Thyssen. A.C.