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1. Parte del equipo de Viña Zorzal 2. Paraje de El Corral de los Altos 3. Xabi Sanz en Las Roscas 4. Garnacha vieja en la finca El Pulpo 5. Botellas de Viña Zorzal y amigos 6. Cepas en Pontigos 7. Bodega Fotos: Yolanda O. de Arri

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Viña Zorzal: La bodega que creció haciéndose más pequeña

Yolanda Ortiz de Arri | Martes 08 de Febrero del 2022

La mente inquieta de Xabi Sanz Larrea es un torbellino de ideas y planes de presente y futuro, pero sus pies están firmemente asentados en la Ribera Baja de Navarra, donde gestiona Viña Zorzal junto a sus hermanos Iñaki y Mikel.

Tomaron el testigo de su padre en 2007, pero los tres hijos ya se habían curtido durante muchos veranos entre viñas y depósitos en Vinícola Corellana, la firma que Antonio Sanz lanzó en 1989 tras su etapa como gerente de Malón de Echaide, la cooperativa de Cascante. Eran otros tiempos y otra filosofía más de volumen, pero tras el relevo generacional, los hermanos no solo conservaron la bodega y la vivienda familiar de su infancia, encima de las oficinas, sino que utilizaron la marca de vinos jóvenes de su padre para dar nombre al negocio refundado. 

Los comienzos de la nueva etapa fueron duros, pero los tres hermanos —Iñaki en la dirección, Mikel en viticultura y Xabi como embajador de marca— junto con Rafa Regadera, director financiero y socio en el proyecto, tenían claro que Viña Zorzal debía centrar su mirada en las variedades tradicionales navarras. También en los viñedos de pueblos como Cintruénigo, Corella y especialmente Fitero, donde se estableció el primer monasterio del Císter en España y donde confluyen el valle del Ebro y el Sistema Ibérico y los climas mediterráneo y continental.

Giro conceptual

“Nosotros hemos crecido haciéndonos más pequeños”, explica Xabi. “Nuestro padre hacía entre uno y dos millones de botellas pero Viña Zorzal hoy en día no supera las 350.000”. Lo que sí ha ido a más es la selección de viñedo, la sostenibilidad de los cultivos, el número de vinos en el mercado y el trabajo de microvinificación previa de una parte de las 52 hectáreas que Viña Zorzal tiene en propiedad o arrendadas.

Este giro conceptual hacia lo pequeño empezó a materializarse sobre todo a partir de 2013. Una vez consolidados sus vinos de comarca, con la garnacha como variedad principal, o el graciano de Corella, que tuvo gran éxito comercial y de crítica en Gran Bretaña, en Zorzal se centraron en dar entidad propia a las parcelas y parajes con más personalidad y a la recuperación de las viejas viñas de garnacha que Rafa Regadera, cuya mujer es de Fitero, había descubierto años atrás y embotellado bajo la ya desaparecida marca Odipus.


El primer vino de parcela fue Malayeto, de un viñedo a 520 metros de altitud con vistas al Moncayo y donde la garnacha madura lentamente. Desde aquella cosecha 2013 se han lanzado un sinfín de etiquetas que se suman a la gama, pero lo novedoso y original de Viña Zorzal es que un puñado son en colaboración, no solo con socios comerciales o importadores, sino también con otros productores nacionales e internacionales, a quienes han abierto sus viñas y su bodega.

El detonante de tanta sinergia fue un disgusto por el nombre de la bodega. En 2009 Viña Zorzal era una marca muy local luchando por abrirse camino en exportación. Al intentar vender su graciano en mercados fuera de la UE se encontraban con problemas porque la bodega argentina de los hermanos Michelini, Zorzal Wines, tenía su nombre registrado. Tras acordar a través de sus abogados que ninguna de las dos partes usaría la marca Zorzal a secas, cada empresa siguió su camino hasta 2018. “Ese año Matías Michelini y yo coincidimos en la Fiesta de la Floración de Comando G en Gredos. Nos conocimos, conectamos y al poco tiempo vino a visitarnos a Navarra”, recuerda Xabi, que viajó al valle de Uco para la vendimia de 2020. “Hoy en día, somos como familia”.

Colaboraciones fructíferas

La visita de Michelini, que se enamoró de las parcelas de sus 'primos' navarros, se tradujo en varios vinos y dos proyectos: Pequeñas Puertas, para parcelarios de variedades que no sean garnacha y Punto de Fuga, que es, según Xabi, “un concepto internacional para embotellar paisajes extremos en Argentina, concretamente en Cafayate y en el valle de Uco, donde ya hemos elaborado un par de vinos, y aquí. Nuestra idea es que en Navarra la variedad sea siempre la garnacha”.


No es fácil recordar el amplio portfolio de Viña Zorzal, pero en el mercado ya se pueden encontrar varios vinos de ambos proyectos —Jirafas, La Peli, La Moribunda, Punto de Fuga Corral del Mate o Nat Cool graciano, entre otros. Sin embargo, hay muchos más entre bastidores. De hecho, en la pequeña bodega dentro de Viña Zorzal destinada a Pequeñas Puertas se hicieron muchas microvinificaciones pero la pandemia se interpuso en sus planes. “Teníamos hasta seis garnachas con Matías pero era justo febrero de 2020. Embotellamos lo que pudimos sin saber si nos iban a cerrar. Pequeñas Puertas lo salvamos y con Punto de Fuga hicimos una cata a ciegas y embotellamos la que más nos gustó”, explica Xabi. Ahora la idea para Punto de Fuga es seguir con las microvinificaciones y hacer garnachas en exclusiva para restaurantes, distribuidores o incluso países enteros.

Además de los proyectos con Matías Michelini, el equipo de Viña Zorzal elabora la garnacha La Cueva de La Mora en exclusiva para The Wine Society y dos vinos —Sea of Dreams— con el importador británico Indigo Wine. También un Nat Cool de garnacha con Daniel Niepoort y la original serie Lecciones de Vuelo, una iniciativa de Viña Zorzal en la que cada año invita a un amigo enólogo a trasladar a la botella su visión del terruño local. De 2016, la primera añada, se encargó el aragonés y gran conocedor de la garnacha Jorge Navascués, que trabaja como consultor en la bodega navarra desde hace varios años. En 2017 no se hizo, la 2018 la elaboró Matías Michelini y la añada que está ahora en el mercado, 2019, es obra de Fredi Torres, buen amigo de los hermanos Sanz y con quien tienen más planes para continuar la colaboración en Navarra.

La parcela que han usado todos ellos para sus individuales Lecciones —ilustrados con etiquetas del pajarillo Zorzal y algún detalle que identifique al invitado— es Pontigos, la finca más emblemática del tandem Sanz-Regadera. Está en Fitero y en sus dos hectáreas de extensión expuestas al cierzo hay cepas de garnacha prefiloxéricas, algunas de hasta 140 años, muchos morgones y suelos pedregosos sin labrar que cautivan a todo el que pasa por aquí: las Lecciones de Vuelo de 2020 y 2021 corren a cargo de Daniel Niepoort y Arturo de Miguel (Artuke), respectivamente. 

Nuevos proyectos

Junto a las viejas garnachas de Pontigos hay una parcela que los Sanz y su socio consiguieron comprar hace dos vendimias después de mucho tiempo con la vista puesta en ella. No saben por qué se plantó mazuela (cariñena) hace unos 40 años, pero lo curioso, según Xabi, es que es la variedad autóctona más antigua. “Hasta el año 1860, cuando llegó el oidio, el 90% del viñedo navarro era mazuelo. Después se plantó garnacha por su resistencia a esta enfermedad y a la sequía. Preguntamos al director técnico de la cooperativa de Cintruénigo si tiene mazuelo en las cepas de los socios para intentar arrendar algún viñedo pero nos dijo que solo hay 10 hectáreas de las 1.100 que controlan y además son en espaldera”.

Tras cuidar la viña con tratamientos orgánicos desde 2018, Viña Zorzal prevé lanzar al mercado un monovarietal de este mazuelo dentro de la gama Pequeñas Puertas que se llamará La Buena Moza. El castizo nombre se lo puso su antiguo propietario.

No contentos con recuperar y cuidar viñedo viejo, contar con múltiples colaboraciones e incluso llevar una distribución de vinos de importación, el dinámico equipo de Viña Zorzal quiere dejar un legado para futuras generaciones. 


Para ello acaba de comprar un par de hectáreas rodeadas de olivos y monte en Las Roscas, una zona con suelos de arenisca, caliza y arcilla a más de 500 metros de altitud, con unas curiosas formaciones rocosas donde vive fauna protegida. No hay indicios recientes de viña, pero Xabi y sus hermanos creen que la zona, que también tiene basalto en las laderas del cercano castillo de Tudején, tiene potencial. A la espera de estudiar los resultados de las calicatas que han hecho, y con la ayuda del asesor vitícola Julio Prieto, decidirán si plantan material vegetal seleccionado de sus viñas, del vivero o de los clones viejos rescatados por Evena, el centro navarro de investigación en viticultura.

Al ser un paraje protegido, Las Roscas es una zona libre de los molinos de viento, torres de alta tensión y placas fotovoltaicas que saturan el paisaje del sur de Navarra y amenazan los viñedos y la diversidad en su entorno. Las Roscas contrasta con el paisaje del Corral de los Altos, una terraza de casi cinco hectáreas de la que nacen cuatro vinos para tres países: Sea of Dreams (Reino Unido), Punto de Fuga, Garnaché (Argentina) y El Corral de los Altos (España). Desde este paraje se divisa Yerga, el Moncayo y la formación basáltica con forma de volcán de Tudején, pero como dice Xabi, “también se ven todas las impurezas en una”, en alusión a los aerogeneradores, placas fotovoltaicas y torres eléctricas que ensombrecen las vistas desde de la viña. 

Es un tema que preocupa mucho a los hermanos Sanz, implicados a fondo con la Asociación de Paisajes de Navarra, y de la que Iñaki es presidente. “Estamos a favor de las energías renovables, pero en contra del desarrollo anárquico y desordenado a costa de la biodiversidad en nuestros viñedos y la riqueza de nuestros campos”, apunta Iñaki, que ha unido fuerzas con Álvaro Palacios en Rioja y Ricardo Pérez Palacios en Bierzo para crear una agrupación nacional que plante cara a un problema que se extiende por prácticamente todas las comarcas rurales del país. Y como hay que predicar con el ejemplo, los Sanz van a instalar 40 kw de placas fotovoltaicas en el tejado de la bodega para su autocosumo.


Mirando al norte

Como revulsivo a esa 'okupación' del paisaje rural y con la exploración del terruño local bien asentada, los socios de Viña Zorzal han decidido indagar más en la garnacha navarra fuera de los límites de su comarca. Su enólogo Javier Colio, buen conocedor de la Baja Montaña, les había alertado del tremendo potencial de Lerga, un valle al noreste de San Martín de Unx, a 615 metros, que mira a los Pirineos. Según Colio, se trata de una zona histórica donde llegó a haber 100 hectáreas, aunque ahora solo quedan 11, seis de ellas cultivadas por un viticultor local y auditor de viñedo, con el que han llegado a un acuerdo de colaboración, y el resto por Bodegas Caudalía. Es una zona más fría y con más pluviometría que Fitero y en la que las heladas de primavera pueden ser un problema, pero la calidad de la fruta, indica Jorge Navascués, especialmente en la parcela de Saso, es innegable.

“Lerga busca ser una interpretación diferente de la garnacha en nuestra comunidad y una forma de establecer alianzas a largo plazo, que es fundamental”, asegura Iñaki. Por ahora quieren ir paso a paso, sin precipitarse. Han elaborado dos añadas, "muy diferentes entre ellas”, de las cinco parcelas con las que cuentan con la idea de lanzar un parcelario, pero solo cuando tengan una perspectiva de al menos tres añadas. La 2020 será una combinación de las parcelas que trabajan y saldrá al mercado en verano como vino de pueblo a un precio de 15-20 € con una producción de 2.000 botellas. Las uvas restantes se han incluido en el coupage de Viña Zorzal garnacha, que por primera vez proviene de ambas zonas.


Hace unos años, los hermanos Sanz y Rafa Regadera emprendieron el vuelo hacia el valle del Najerilla en Rioja, donde elaboran tres vinos —una viura, una garnacha y un crianza— bajo el nombre de El Inquilino. Iñaki, quien además de ser socio en Viña Zorzal trabaja como director de operaciones en CVNE y conoce muy bien la zona, cuenta que ahora quieren dar un impulso a este proyecto. “Un paso bonito sería pasar de ser inquilinos a comprar una parcela y encontrar un lugar más permanente donde elaborar los vinos”. Este sueño quizás no se materialice todavía, pero lo que sí está confirmado es que elaborarán un vino de finca en la zona de Badarán en la cosecha de 2022.

Con el triángulo Fitero, Lerga y el Najerilla ya dibujado, la idea es que el zorzal continúe rumbo al norte. “Llevamos muchos años detrás de un txakoli pero no daremos el paso hasta que no encontremos lo que buscamos”, asegura Xabi. “Hicimos dos vendimias en Gredos con la idea de lanzar allí un proyecto de garnacha, pero dimos marcha atrás porque entendimos que no era nuestra zona. Es algo de lo que no nos arrepentimos y estamos orgullosos, pero queremos seguir centrando el tiro”, concluye Xabi. Probablemente sea solo cuestión de tiempo: tarde o temprano, las crías del zorzal anidarán en alguna viña amiga de hondarrabi zuri.

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1 Comentario(s)
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Xabier escribióJueves 10 de Febrero del 2022 (03:02:24)Kategorikoa!!
 
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