Pasión por el vino español

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Mucho ha cambiado el Campus de Leioa desde mis tiempos de estudiante de Periodismo allá por los años 80 y 90 del siglo XX. Lo que entonces era una calle con varias facultades y una cafetería llena de jóvenes haciendo su master extracurricular en el juego de mus se ha convertido en una mini ciudad a las afueras de Bilbao, con centros de investigación, un polideportivo y hasta un supermercado.

La antigua cafetería y el tablero de ajedrez gigante que adornaba la entrada son solo un recuerdo de un pasado sin 4G donde lo académico y lo lúdico convivían con naturalidad. Ahora hay nuevos espacios gastronómicos para dar servicio a las miles de personas que acuden a diario al campus más grande de la Universidad del País Vasco.

Alkatene y Txopitea son una opción más que digna para el día a día de Leioa, pero sin duda el más interesante para los aficionados al vino es el restaurante Lukitxene. Ofrece dos menús del día cocinados y servidos por los estudiantes de la Escuela de Hostelería de Leioa: el gastronómico (aperitivo, primer plato, segundo y postre a elegir) y TipiTapa (aperitivo, tapas frías, calientes y dulces y vino seleccionado por la Escuela). Con agua y café incluidos, cada menú cuesta 22 € por persona, un precio más que competitivo dada la calidad de la comida, la sala agradable y el servicio amable —aunque necesariamente falto de experiencia— de los estudiantes, supervisados siempre por profesores de la Escuela como el sumiller Antonio Casares.

Lo que más sorprende de Lukitxene es sin duda su impresionante bodega, que tiene poco que envidiar a la de flamantes restaurantes estrellados. También los precios comedidos, que invitan a descorchar añadas fuera de mercado o vinos que normalmente no son asequibles en otros establecimientos. En Lukitxene se almacenan unas 3.500 referencias y 15.000 botellas de las principales zonas productoras del mundo —a la entrada del restaurante se expone una más que respetable colección de añadas de Château d’Yquem o López de Heredia rosado y blanco.

La bodega está distribuida en ocho cavas diferentes, algunas de ellas visitables en un tour comentado que ofrece la Escuela antes de cada servicio. Todo el sistema —incluidas las cámaras con productos perecederos para la cocina— está digitalizado en un innovador programa diseñado por la Escuela, que según su director, Ibon Andraka, hace la gestión más eficiente, permite ahorrar costes y evita desperdicio.

La cava más llamativa es probablemente la de los espumosos, forrada enteramente de corcho. Allí descansan desde selectos champagnes como Clos de Mesnil (1370 €) a grandes cavas como Mestres Mas Vía 2002, de su exclusiva colección La Cavateca (267 €), o burbujas locales como el txakoli espumoso Apardune 2020 (25 €). Del cuello de cada botella cuelga una pequeña chapa con un código NFC que contiene información sobre el vino (formato, precio, productor, variedades, notas de cata etc) y que se entrega al cliente para que la lea a través de su teléfono móvil. Esta chapa también es muy útil para el personal y alumnado de la Escuela, porque les permite identificar en qué cava y hueco está la botella, evitando equívocos, y registrando salidas y entradas a las cavas.

Un factor importante a tener en cuenta antes de reservar es que, al ser un centro de formación, Lukitxene solo sirve comidas durante el curso escolar y en horario lectivo, de 13:45 a 15:00 de lunes a viernes. El comedor, que incluye una mesa con una pantalla interactiva gigante donde ver la carta, tampoco es muy grande —apenas 25 personas— por lo que conviene reservar con antelación, pero sin duda es un pequeño oasis dedicado al vino que merece mucho la pena. YOLANDA ORTIZ DE ARRI