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1. Xurxo Alba en su viñedo 2. Desembocadura del río Umia 3. El furancho familiar 4. Albamar O Esteiro, el tinto de Rías Baixas 5. Uvas de albariño en el tradicional emparrado. Fotos: Yolanda O. de Arri

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Albamar, la frescura y el nervio de la uva albariño

Yolanda Ortiz de Arri | Miércoles 02 de Marzo del 2016

La familia Alba es gente humilde y práctica y como tal, no se complicaron mucho la vida al decidir un nombre para su bodega. Tanto sus pequeñas instalaciones como las dos hectáreas que trabajan —propias y arrendadas— están a poca distancia del Atlántico, un hecho que se refleja en la filosofía de la bodega y en los vinos que elaboran en esta zona cercana a la desembocadura del río Umia, en plenas Rías Baixas.

Xurxo Alba es desde 2006 la cara visible de Albamar, aunque fue su padre Luis quien plantó casi todas las viñas de albariño propias mucho antes, cuando Xurxo era niño. Al perder su trabajo como albañil, Luis dedicó sus esfuerzos a elaborar un vino sencillo, que vendía a granel y sin etiquetar en el furancho familiar —una especie de taberna y ultramarinos que regenta su mujer Isabel y donde los paisanos tienen la oportunidad de comer una de las mejores tortillas de patata caseras de la comarca acompañada por tinto barrantes, un vino de arraigo en la zona que procede de cepas híbridas.

Fue Xurxo quien ha ido dotando de carácter al proyecto, con vinos cada vez más apreciados fuera de Galicia, pero “los jefes siguen siendo los padres”, dice.

Risueño e inquieto, Xurxo consiguió un puesto como consultor tras estudiar viticultura, pero en 2013 perdió su trabajo y comenzó a trabajar a tiempo completo en la bodega familiar. Comprar viñedo es muy caro y difícil, por el tradicional minifundio de Galicia, y alquilarlo tampoco es fácil. “Para vivir de esto hay que comprar uva. Lo más difícil aquí es tratar con la gente, convencerles de que se pueden hacer cosas diferentes”, dice mientras cuenta la anécdota de una señora de 84 años a la que le compra la uva desde hace tiempo pero que se niega a alquilarle la parcela.

Hacia una viticultura sostenible

Poco a poco va adaptando los trabajos de campo hacia formas más respetuosas con el medio ambiente, pero tiene los pies en la tierra y es consciente de los daños que pueden causar el mildiu y el oidio en esta zona costera. “Me gustaría probar a elaborar sin sulfuroso, pero no todo mi viñedo porque hay que vivir”. Lo sabe por experiencia. Tiene una pequeña parcela que trata sólo con cobre, azufre y extractos naturales, pero en 2013 perdió el 70% de la cosecha. Su idea es elaborarla por separado el día que salga adelante.

No labra el suelo, sólo lo rompe un poco para oxigenarlo pero le costó convencer a su padre. “Lo importante es que esté bonita”, le decía. Tampoco se pone de acuerdo con su progenitor sobre la forma de plantar el viñedo: Xurxo prefiere que las nuevas plantaciones vayan en espaldera, en lugar del emparrado tradicional defendido a capa y espada por su padre. “La estructura viene del suelo pero el conseguir un punto más de acidez es el resultado de plantar en espaldera”, asegura. De momento, sólo el 5% de sus plantas están como él quiere pero Xurxo no es un tipo que vive con prisas.

La idea de hacer una viticultura lo menos intervencionista posible también se refleja en el trabajo en bodega. Xurxo prensa sus uvas con raspón, utiliza levaduras autóctonas y desde 2011 no hace fermentación maloláctica. “Hasta ese año mi vino Albamar hacía maloláctica, pero ese año no arrancó y lo dejé que siguiera su curso. Me gustó el resultado y así lo seguimos haciendo”, afirma.

A Xurxo le gustar experimentar y aprender en su pequeña bodega, más bien un garaje, en la que tiene un puñado de depósitos pequeños de acero y cerámica, algunos a medias con otros productores como Xose Lois Sebio o Fredi Torres, con quienes comparte inquietudes y ganas de probar cosas nuevas. Su idea es aprender y conseguir vinos frescos y con una acidez que hagan gala de ese carácter atlántico de la zona en la que crecen sus viñas, una zona protegida con mucha inmigración de aves.

Gama con carácter atlántico

Su vino de entrada y con el que se dio a conocer es Albamar, un 100% albariño que mantiene unos cinco meses con sus lías y del que elabora unas 25.000 botellas (unos 10 € en España). “Es el vino de aquí, el que recoge la esencia de esta tierra”, dice mientras vamos probando de los distintos depósitos con matices bien diferenciados entre ellos. Aparte de esos matices y de los que transmite cada añada, la frescura y el nervio son dos constantes que busca año a año.

Con las viñas más especiales y las parcelas que destacan por sus suelos o por la antigüedad de sus cepas intenta conseguir vinos que reflejen ese carácter, como Finca O Pereiro (20 €), un albariño con volumen —este sí que hace maloláctica— que nace de un viñedo plantado en suelos de arena y arcilla en la desembocadura del río Umia, un lugar especial ganado al mar junto al campo de fútbol de Castrelo, donde Xurxo pasó muchas tardes de infancia pegando patadas al balón. De esta finca también nace Alma de Mar (19 €), otro monovarietal de albariño al que el trabajo de lías aporta un toque más graso y amable en boca pero con la presencia marina y mineral de su origen. 

Pepe Luis (20 €) es el homenaje a su hermano, que falleció en un accidente de coche a los 21 años. Es un albariño con crianza en barrica usada —pero que en breve lo hará en foudre— y trabajo de lías que procede de viñedos de unos 60 años. Elabora apenas 1.000 botellas de este albariño complejo y con aromas finos de madera y anisados.

En colaboración con la Viñoteca Bagos, un interesante local de Pontevedra que potencia la cultura del vino, Xurxo elabora Sesenta e Nove Arrobas (19 €), una selección de tres parcelas de suelos graníticos con viñas emparradas de 40 años y crianza de seis meses con sus lías. El resultado son 1.000 litros (69 arrobas) de un albariño con un perfil muy vertical y salino.

Albamar O Esteiro (18€) es su primer tinto en la DO Rias Baixas. Son tres barricas de roble francés usado en las que ha criado uvas compradas de mencía, caíño y espadeiro durante ocho meses que ni filtra ni clarifica. El vino, del que apenas salen 800 botellas y se agotan de inmediato, mantiene ese perfil fresco y atlántico pero con una madurez que le da gran elegancia al vino. 

En Ribeira Sacra elabora Fusco (10 €), un 100% mencía de viñedos alquilados en la zona de Chantada plantados en suelos de granito. Es su primera aventura fuera de su zona de confort en Rías Baixas, pero seguro que no es la última.

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