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1. El camino que divide Villota de Contino. Al fondo el Cerro de la Mesa 2. Ricardo Pérez 3. Carmen Pérez en La Abejera 4. Suelos en la finca 5. Viña Gena y Sierra Cantabria 6. Mapa de la finca 7 y 8. Nuevos vinos Fotos: Yolanda O. de Arri

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Villota: vinos de meandro en Rioja Alavesa

Yolanda Ortiz de Arri | Martes 06 de Octubre del 2020

El camino que comienza unos metros antes de la casita La Abejera y transcurre entre viñedos hasta el río Ebro, en el meandro de San Rafael en Laserna (Rioja Alavesa), marca no solo una separación física de parcelas y uvas sino también un antes y un después en la vida de Ricardo Pérez Villota y su hija Carmen Pérez Garrigues.

Tercera y cuarta generación respectivamente como propietarios de esta finca de 175 hectáreas adquirida por Ricardo Pérez Pérez a su regreso de Chile en 1930, fue el abuelo de Carmen (Ricardo Pérez Calvet) quien en 1945, tras sus estudios de ingeniero agrónomo, asumió la responsabilidad de la explotación, plantando más viña con las variedades tradicionales de la zona y elaborando vino para consumo propio. 

El primer gran cambio llegó en 1973, cuando tras los intentos de Rumasa de adquirir el viñedo, Ricardo Pérez Villota y su padre deciden asociarse a Cvne, a quien hasta entonces vendían gran parte de su cosecha. Así nació Viñedos del Contino, una de las primeras bodegas-châteaux de Rioja pioneras en la elaboración de vino de pago y uno de los estandartes de calidad en la región. “Fue una asociación natural”, recuerda Ricardo Pérez Villota. “Cada una de las partes pusimos el 50% del capital y nos turnábamos en la gestión. Villota aportaba la viña y su cultivo y Cvne la comercialización”. 

Emprendiendo el camino en solitario

Cuarenta años después, y tras unas largas e intensas negociaciones, Cvne se hizo con el control íntegro de Contino incluyendo la bodega —originariamente la casa donde vivió Ricardo Pérez Pérez— y 62 hectáreas de viñedo en el lado derecho del camino que baja al río. Conscientes del legado que tenían en sus manos, Ricardo y su hija Carmen, ambos ingenieros agrónomos como manda la tradición familiar, decidieron continuar cultivando las 100 hectáreas de viña restantes —la propiedad tiene 113 hectáreas— en una sociedad que llamaron Viña del Lentisco para elaborar su propia gama de vinos bajo el nombre de Villota.

No fue una decisión fácil, pero sí fue la correcta, confiesa Carmen, que lleva trabajando estas viñas desde hace 30 años y le apasiona el campo. “Tenemos tres tipos de suelos diferentes: la zona de arena junto al río, otra de canto rodado y arcilla y una más calcárea en la parte de arriba,” explica, mientras paseamos por las tres anchas terrazas de la finca, lindante con tres kilómetros del río Ebro a su paso por la localidad de El Cortijo, en la orilla opuesta, y desde donde se observan unas fabulosas vistas de la finca, una de las más extensas en Rioja Alavesa. 

Al norte, las parcelas de Viña del Lentisco —llamada así por el gran arbusto que reclama su espacio en el camino hacia el río— están protegidas por el Cerro de la Mesa, una barrera natural que hace que la vendimia se adelante unos 10 días frente a zonas como Laguardia, a escasos 10 km del meandro. La altitud entre los extremos de la finca va de los 380 metros junto al río a los 420 de la ladera. 

Las variedades que cultivan son las tradicionales de Rioja, tanto en tintas como en blancas, siguiendo la tradición de sus antecesores. “Estudié lo que se hacía en Francia, pero estructuré el viñedo buscando conservar las variedades de aquí,” recuerda Ricardo Pérez Villota, que se trajo del país vecino la idea de plantar rosales como indicadores tempranos de enfermedades. Ahora, más de la mitad del viñedo tiene más de 35 años y está plantado principalmente con tempranillo pero también tienen graciano, garnacha, mazuelo, maturana tinta y dos hectáreas para las blancas viura, garnacha blanca, malvasía riojana y tempranillo blanco. Con el tiempo, han ido implementando prácticas más sostenibles en toda la finca, suprimiendo los herbicidas y trabajando con el intercepas, aunque de momento no trabajan en ecológico. Sin prisas pero con paso firme, Villota va tomando forma.

Nuevos vinos en el mercado

La viña más vieja de la finca, plantada de tempranillo sobre suelos de arena, data de 1930 y se llama Viña Gena, en honor a la abuela de Carmen. Es un lugar especial, desde donde se escucha el sonido del Ebro, justo al lado, y en el que Carmen y Ricardo han instalado un par de mesas de picnic bajo la encina centenaria para hacer catas y apreciar las hermosas vistas de la Sierra Cantabria al fondo. De ahí nace Viña Gena, un tinto con profundidad y finura, que será el nuevo vino top de la casa. Etiquetado como Viñedo Singular tras superar los requisitos impuestos por la DOCa Rioja, las 7.000 botellas de 2018, la primera añada, saldrán al mercado en Navidad con un precio de 30 €.

No será la única novedad que Viña del Lentisco presente durante este año “difícil, pero también ilusionante”, indica Carmen. “Estamos por fin en la etapa de consolidar y de dar a conocer nuestro meandro”. Tiene dos varietales, uno de garnacha y otro de graciano, ambos de muy pequeña producción que siguen evolucionando en la bodega, pero coincidiendo con el lanzamiento de Viña Gena, se presentará también Villota, el nuevo coupage de tempranillo, graciano y garnacha que está llamado a ser el vino principal de la bodega y del que se pondrán a la venta 10.000 botellas a un precio de 18 €. 

“Villota es una selección de parcelas para conseguir un vino donde la fruta esté siempre presente y que criamos en barrica durante 18 meses y afinamos en depósitos de hormigón. La idea es que sea el reflejo de la finca”, indica Carmen, que está trabajando ahora en la red comercial tanto en España como en el extranjero con la ayuda de Maite Corsín, experta en marketing enfocado al vino. “Con Villota tenemos margen de crecimiento y hemos querido ofrecer un precio atractivo porque somos una marca nueva.”

Otro tinto que ofrece mucho por muy poco es Selvanevada, que Carmen lo describe como “el vino de entrada al meandro” frente al Villota, al que se refiere como “el vino de mantel”. Selvanevada se lanzó a principios del verano, y a pesar de las dificultades de presentar un vino nuevo en medio de una pandemia, en la bodega están muy contentos con la acogida. Es el único de la casa en botella burdeos y luce una llamativa etiqueta —diseñada por Xavier Bas, como el resto de la nueva gama—  en la que aparece una representación de la encina centenaria junto al Ebro y dos damas de la época en que el Marqués de Selvanevada era el propietario del meandro, antes de que su afición por las cartas le obligara a subastar la finca para hacer frente a las deudas. Con un precio de 10 € y algo más de 15.000 botellas, Selvanevada es una impecable carta de presentación de la bodega, con  un estilo fresco, ágil y accesible que mezcla tempranillo, graciano, garnacha y mazuelo y está pensado para ser un vino de disfrute diario.

La gama se completa con Villota Selección Tinto y Blanco (27-29 €), los dos vinos de producción limitada con los que se lanzó el proyecto y que son una selección de parcelas concretas que varían en función de la añada. Ambos son excelentes vinos, pero el blanco quizás sorprende más por su frescor y volumen, con un delicioso punto salino y una acidez que le augura buena evolución en botella. 

Las primeras añadas de los Villota Selección, de la 16 a la 19, son obra de Basilio Izquierdo, buen amigo de la familia desde los tiempos en que era enólogo de Cvne, pero desde el año pasado la persona que elabora los vinos es Maribel Bernardo, de la bodega Zugober en Lapuebla de Labarca, en cuyas instalaciones también se gesta toda la gama de Villota. La idea es que en un futuro próximo, y si todo va bien, la finca acoja también la bodega de Villota para que sean vinos de finca —y de meandro— desde su nacimiento hasta su salida al mercado.

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