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1. Foto de familia del encuentro Jóvenes Talentos del Vino en Donosti 2. El viceconsejero de Agricultura Bittor Oroz, durante su introducción 3 y 4. Algunos de los vinos que se abrieron durante la comida 5. Asistentes al evento Fotos: BCC y Y.O.A

Personajes

Los productores jóvenes de vino toman la palabra

Yolanda Ortiz de Arri | Miércoles 19 de Julio del 2023

Energía, camaradería, buenas vibraciones y la sensación de estar viviendo un día especial podría ser, en pocas palabras, el resumen de la jornada que vivieron el pasado 14 de julio unos 60 jóvenes productores de vino en el Basque Culinary Center (BCC).

A la convocatoria de Jóvenes Talentos del Vino en San Sebastián acudieron miembros de famosas sagas bodegueras como Roc Gramona, Martina P. Pariente, Manuel Méndez, Michael Zacagnini, Jon Cañas o Celia Vizcarra junto a otros menos conocidos pero con proyectos prometedores y comprometidos con la calidad, la identidad en sus respectivos territorios como Francisco Barona, Miguel Eguíluz, Ricardo y David Fernández, Bárbara Requejo (Las Pedreras, Gredos) o Lucía Abando (Las Orcas, Rioja).

La cita donostiarra fue el primer evento de EDA Drinks & Wine Campus, un ambicioso proyecto impulsado por el BCC, la Diputación de Álava y el Gobierno Vasco que nace con el objetivo de convertirse en un centro de referencia internacional en el sector del vino y las bebidas. Dirigido por Elisa Ucar (ex Domaines Lupier), el campus tendrá sedes en Rioja Alavesa y Vitoria y comenzará a desarrollar su actividad de formación e investigación en 2025 para estar a pleno rendimiento en 2026.

Los retos de emprender

Tras las intervenciones de Joxe Mari Aizega, director del BCC, y de los representantes institucionales Eduardo Aguinaco y Bittor Oroz, comenzaron las cuatro mesas redondas programadas. La primera, sobre emprendimiento, contó con la presencia de Óscar Mestre (Alicante), Josu Amatria (Navarra), Jade Gross (Rioja) y Aitor Irazu de Makatzak Wild Wines (Gipuzkoa) que también moderó la mesa.

Todos incidieron en que la ilusión, la paciencia y la dedicación son esenciales para que los proyectos pequeños salgan adelante, pero como puntualizó Amatria, de familia sin vinculación a la viña e inmerso en la recuperación del cultivo de la garnacha en Ayegui (Tierra Estella), “sin financiación y sin ventas no hay proyecto”

El contar con una bodega familiar puede servir de colchón frente al vértigo de quien empieza sin nada, como hizo Aitor Irazu, que lanzó su proyecto de viticultura atlántica en 2020 en tres hectáreas de viña abandonada cerca de Zarautz, pero como explicó Óscar Mestre, cuya familia elabora graneles artesanos en La Marina Alta desde hace un siglo, también puede ser un freno a tus ambiciones personales. 

“A mí se me abrieron los ojos en el Priorat, así que cuando volví a casa y plantee a mi familia un cambio de estilo, me dijeron que ni hablar.” Pero Óscar no cejó en su empeño y con el rinconcito que le dejaron en la bodega familiar, comenzó su proyecto personal comprando por Wallapop un par de depósitos de acero inoxidable y un tirador de cerveza para hacer las veces de un equipo de frío rudimentario. A día de hoy elabora unas 15.000 botellas anuales con variedades como la giró o la moscatel y con otras en proceso de recuperación como trepadell, arco o forcallat.


Una reivindicación que planteó Aitor, que habló también de la sensación de “estrés y ahogo” cuando atacan enfermedades al comienzo del ciclo vegetativo, fue la reducción de la burocracia para pequeños productores. “No es justo que a alguien que hace 7.000 botellas se le exija el mismo papeleo que a una bodega que produce dos millones. Los viticultores tenemos que dedicarnos al campo y a la bodega, que es para lo que valemos”.

Pensar en pequeño, ser realista y luchar por ella misma desde el principio son tres ideas que han guiado a la hongkonesa Jade Gross tras dejar su trabajo en la alta cocina para instalarse en San Vicente de la Sonsierra y hacer vino. También el apoyo de otros productores afines es importante. “Agradezco mucho la ayuda de Abel Mendoza y Maite Fernández,” confesó Gross. “Me dan mucha caña, pero también me dejan caer y eso es bueno porque hay que aprender de los errores.”

Viticultura y defensa del territorio

Roc Gramona (Gramona Wines), Carlos López de Lacalle (Artadi, Izar Leku), Alain Quintana (Bodega Quintana) y Álvaro Loza compartieron reflexiones en la mesa redonda sobre viticultura, moderada por quien esto escribe. Comenzamos hablando de vocación (“a mí no me gustaba ir a la viña con mi padre cuando era chaval, pero ahora no concibo seguir en esto sin vocación, esfuerzo y constancia,” dijo Quintana, tercera generación de viticultores de Labastida), y de qué es ser un buen viticultor. “Hoy en día, parece que solo lo hace bien quien practica la poda de respeto, cultiva viñas viejas en vaso y con rendimientos bajos,” aseguró Gramona. “En Penedès, hay buenos viticultores que hacen eso pero también hay gente que sigue un modelo de viticultura productiva, con rendimientos de 11.000kg/ha y que trabajan muy bien su viñedo. A veces se nos olvida que hay dos realidades.”

Para Loza, ese buen trabajo en el campo se puede hacer tanto con viñas propias como arrendadas. “Depende de la persona. Dentro de un mismo pueblo no sabrías diferenciar entre fincas arrendadas o propias,” aseguró el integrante de los Martes of Wine y con experiencia en vendimias desde Tasmania y Napa hasta Champagne. 

A la pregunta de como se puede compaginar la estructura tradicional de pequeños viticultores en Rioja con las potentes inversiones en viña de grupos bodegueros, López de Lacalle cree que la segmentación del viñedo es fundamental. “Estamos en un mundo global y para mantener la identidad, debemos dar valor al territorio y asegurarnos de que haya pequeños núcleos con viticultores tradicionales,” indicó el productor alavés, con viñedo en Laguardia, Zarautz, Navarra y Alicante. 

Gramona, por su parte, mencionó a Miguel Torres y su idea de organizar marcas colectivas o DOs que realmente ayuden al pequeño elaborador, incluso en el reparto de viñedo. “Esto supondrá más trabas a los grandes grupos pero es la única manera de que las zonas tengan un equilibrio como ocurre en Champagne, Priorat o Bierzo. Y el reparto de viñedo debe favorecer más a un viticultor joven que a una empresa grande,” aseguró Gramona.


Inevitablemente, se habló de los bajos precios de la uva y de cómo revertirían ellos la situación. Quintana habló de la necesidad de regular la oferta y la demanda (“si hace 40 años había la mitad de uva y esto funcionaba, las cuentas salen solas”) mientras que Loza propuso mirar a Champagne donde él sí que ve un equilibrio: “Allí nadie vende viña; el viticultor genera suficiente dinero y si se vende alguna parcela, el que la compra es el del lindero. Tienen esa educación para crear un negocio sólido y capacidad de compra”. 

Por su parte, López de Lacalle propuso un retorno al modelo de cosechero y productor, como en Champagne, incentivando al pequeño agricultor a que también produzca vino, mientras que Gramona cree que una selección natural en el modelo productivo es inevitable para conseguir un equilibrio. “Vamos a perder un 50% del rendimiento por la sequía este año, pero los precios de las grandes empresas solo han subido un máximo de dos céntimos. Cada vez hay más viticultores poniendo paneles solares en su viña”.

En un debate que, al menos a los miembros de la mesa, se nos quedó corto, se habló también de la necesidad de definir qué es un viñedo viejo y su percepción cualitativa (Gramona aseguró que para espumosos, donde se busca acidez, ph bajo y racimos grandes, la viña vieja generalmente no es la mejor), de si la viticultura regenerativa es solo una palabra de moda o una filosofía revolucionaria (opiniones mezcladas) y del uso del agua en la viña. 

En este punto, López de Lacalle fue contundente en contra del regadío, incluso en su viñedo en Alicante, mientras que Gramona confesó que es un tema de debate habitual con su padre. “Si tuviéramos agua podría llegar a creer en el riego si se hace bien, pero en el Penedès ahora hay que apostar por menos plantas por hectárea, portainjertos vigorosos, selección de variedades autóctonas buscando resiliencia a la sequía y 6000kg/ha en lugar de 12.000 kg/ha pero con racimos óptimos.”

Estilos de vino y juventud

La tercera mesa se centró en estilos de vino y contó con la presencia de Eduardo Eguren (Cuentaviñas), Judit y Juan Valdelana (Valdelana), Juan Príncipe (César Príncipe) y Martina P. Pariente (Prieto Pariente y José Pariente). Como todos los participantes pertenecen a sagas de productores, la moderadora Lorea Mendizabal, profesora del Basque Culinary Center, comenzó preguntándoles hasta qué punto pesa la tradición familiar en los vinos que elaboran.

“Lo mejor es confundirse para saber encontrar tu camino”, concluyó Eguren, que dejó la bodega paterna y la oportunidad de dejar su impronta en vinos como Teso La Monja o El Puntido para lanzar su propio proyecto en Rioja con viñas heredadas de su abuelo materno. Por contra, el resto de panelistas aseguraron haber seguido una línea más continuista. 

En Valdelana, según Juan y Judit, se han adaptado “a las tendencias y lo que busca la gente joven” mientras que Príncipe continúa en un proceso de aprendizaje en la innovación. “Yo no busco cambiar sino mejorar los vinos que hacemos. Nuestro clarete es y será igual que siempre; lo que haré será sacar alguna nueva referencia o nuevos estilos”. 


Martina Pariente, que reivindicó el legado de su madre como mujer pionera en la elaboración de vinos modernos en Rueda, aseguró que la conversión hacia su forma de ver las cosas en José Pariente ha sido paulatina y más centrada en la zonificación del viñedo. “Tampoco hay que menospreciar un vino que funciona”, dijo en alusión a su popular entrada de gama, del que producen más de medio millón de botellas, “aunque sí que buscamos tener una identidad propia en Rueda, pero sin vendernos a las modas”.

Eguren añadió una reflexión interesante al preguntarse qué es un estilo de vino. “En España una de las lastras que tenemos es que somos los reyes del I+D, la imitación y el descuento. Las etiquetas antiguas de algunas de las bodegas centenarias de Rioja indicaban estilo Chablis, estilo Borgoña o estilo Burdeos y creo que eso no nos deja crecer como profesionales. Definir un vino por su estilo es un error; hay que vincularlo a la zona, a la variedad y al alma de quien intenta transmitir esos elementos”.

En este panel también se habló sobre tendencias y sobre el consumo de vino entre los jóvenes. Para Príncipe, “el vino para los jóvenes ya está inventado” y puso de ejemplo los claretes que se elaboran en Cigales, su tierra, porque son fáciles para iniciarse. La productora de Rueda secundó esta idea así como la de reivindicar el kalimotxo o los vinos en lata de baja graduación para dar salida a uva que en otros casos acabaría en la destilación, aunque según ella, estos dos últimos son negocios completamente diferentes a los vinos embotellados. “El vino en lata me parece la bomba; si solo el 10% de los que van a los festivales se inician en el vino así, bienvenidos sean. El paladar va avanzando con el tiempo”.

Como conclusión, Eguren alertó contra la tentación de responder a la demanda de vinos menos alcohólicos aún a riesgo de perder la identidad de una zona, y recomendó “ser más profesionales, no dar mucho la chapa a los jóvenes y seguir buscando valor añadido en los vinos que elaboramos.” 

Comunicación en la era digital

En la última mesa redonda, moderada por Elisa Ucar, participaron Estela Lecea (Bodegas Lecea), María Santolaya (Bodegas Roda, La Horra), Bertol Izagirre (Gorka Izagirre) y Pablo Nieto (La Lagareta). Ante la pregunta de cuáles son las mejores estrategias para dar visibilidad a un proyecto, Nieto, que además de cuidar su viña, desarrolla servicios de enoturismo y dinamización rural, hizo una curiosa comparación. “En la guerra tienes tanques, pistolas y bazokas. Como en la comunicación, tienes diferentes medios y no hay que enfocarse solo en uno de ellos sino combinar, organizar y definir objetivos y eso es lo que normalmente no se hace. La estrategia es importante y las redes sociales son apoyos pero el anclaje siempre debe ser un punto físico”.

Para Estela Lecea, que gestiona un exitoso programa de enoturismo en la bodega familiar del siglo XVI en San Asensio, las visitas son su principal elemento de comunicación. “Las redes ayudan a difundir nuestra bodega y nuestro estilo de hacer vinos, pero el pisado de la uva que organizamos todos los años en vendimia es la excusa perfecta para que la gente vuelva y para tener un altavoz en todos los medios. El boca a boca también nos ayuda muchísimo.” También para Roda, donde el eco del Barrio de la Estación atrae a miles de personas todos los años, pero María Santolaya recalcó la necesidad de pensar y estructurar cada nota de prensa o cada post en Instagram. “El marketing y la comunicación tienen casi tanta importancia como los vinos que se elaboran en la transmisión de la marca”.

Con un 5% del presupuesto de la bodega dedicado al marketing, Bertol Izagirre no cree que hagan falta grandes inversiones para comunicar efectivamente un mensaje a través de las redes sociales pero sí que es importante que la gestión sea cercana.

Es una idea que comparte María Santolaya, que mencionó los 300 microvídeos que grabó a su padre durante la pandemia y en los que iba contando el día a día del viñedo a una audiencia encerrada en sus casas. “Tuvieron una repercusión enorme y la inversión fue cero; solo necesitamos un móvil y preparar un guion previo.” Eso sí, la comunicación orientada, con catas y reuniones con periodistas, aseguró Santolaya, es mucho más costosa. “Si el presupuesto fuera ilimitado, sí que invertiríamos aún más en este aspecto”.

Respecto a la pregunta de si las ferias son todavía útiles, Nieto abogó por más formatos en los que participe el consumidor final. En el caso de Roda, que acuden a un puñado de ferias tradicionales, sí que valoran muy positivamente las ferias con consumidores, prensa o coleccionistas, pero dirigidas a un público bien elegido, mientras que Lecea abogó por la celebración de más ferias enfocadas al turismo y abrir Rioja al enoturismo. “Lo que tenemos ahora es solo la punta del iceberg”, concluyó.


 
Antes de dar paso al lunch informal, en el que cada asistente trajo una botella para compartir y donde pudimos probar todo tipo de vinos y charlar de forma relajada, Joxe Mari Aizega anunció la repetición de la convocatoria para 2024 y pidió a cada persona en la sala que dijera una palabra que consideraran clave para la construcción de EDA. Emoción, origen, ambición, creatividad, identidad, patrimonio y compromiso son solo un puñado de lo que demanda el talento joven del vino a este nuevo centro de formación. Sin duda, un reto de altura.

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