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“Los productores españoles deberían estar más orgullosos de lo que hacen” Pierre Mansour. Foto cortesía de The Wine Society

Reino Unido

“Los productores españoles deberían estar más orgullosos de lo que hacen”

Anna Harris-Noble | Martes 20 de Septiembre del 2022

Ya que la monarquía británica está de plena actualidad estos días, nos ha parecido el momento idóneo para examinar otra de las grandes instituciones de Reino Unido: The Wine Society. La que se define como “la comunidad independiente de amantes del vino más antigua del mundo” fue fundada en 1874, no tiene accionistas externos y es una cooperativa sin ánimo de lucro. Ser miembro de por vida cuesta 40 libras (45 €) y da acceso a lo que para muchos escritores de vinos británicos es la gama de vinos de mejor relación calidad-precio del país.

La compañía mantiene una larga relación con algunas de las bodegas españolas más respetadas que, a su vez, elaboran vinos para las marcas propias de la sociedad. Entre ellos, un rioja Crianza que es un auténtico súper ventas y que firma Bodegas Cosme Palacio; o el rioja Reserva de la gama Exhibition que elabora La Rioja Alta. El tinto del sureste español corre a cargo de Juan Gil en Jumilla, del albariño se encarga Pazo Señoráns y de la gama de jereces Sánchez Romate.

Los pequeños productores y las regiones menos conocidas también están representados. La sociedad tiene una oferta en constate rotación que este mes incluye la garnacha Mancuso de Jorge Navascués en Cariñena, el monastrell El Veneno de Pepe Mendoza en Alicante, varias garnachas de Cuevas de Arom, el proyecto del Master of Wine Fernando Mora en Campo de Borja, el txakoli Astobiza y una oferta en primeur para un embotellado exclusivo de una garnacha navarra de Viña Zorzal.

Gran parte del éxito de The Wine Society radica en su experimentado equipo de compradores. Pierre Mansour ejerce de director de vino desde 2017 y es también el comprador para España desde 2008. Mitad libanés, Pierre estudió Filología Francesa en la universidad, pero no tuvo claro lo que quería hacer hasta que se enamoró del vino probando un burdeos, un Léoville LasCases 1982 para más señas. Le animaron a hacer un curso que impartía Steven Spurrier en la casa de subastas Christie’s y, tras trabajar en el departamento de ventas de Antique Wine Company, se convirtió en director de catas de Vinopolis, un gran centro temático del vino que estuvo en funcionamiento en Londres entre 1999 y 2015, antes de incorporarse a The Wine Society en el año 2000. Comenzó en el departamento de catas y eventos para pasar a ser comprador de vinos de Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda antes de concentrarse en España.

Nos reunimos con él este verano para conocer en detalle su visión del vino español.

Háblenos de sus inicios como comprador de vino español. ¿Conocía bien España en aquel momento?
Aunque llevaba pocos años como comprador, a medida que desarrollaba mi trabajo la empresa quiso que me involucrara en un área de mayor peso comercial porque el vino europeo representa una cuota mucho mayor de nuestras ventas. Así que, en cierto modo, el trabajo me vino llovido del cielo, pero yo estaba entusiasmado porque me encantan los vinos del sur de Europa.
Conocía España bastante bien porque había visitado el país con frecuencia y en la universidad estudié español como segundo idioma; pero no desde la perspectiva vinícola, más allá de que me encantaban los vinos de Rioja. No te conviertes en especialista en un país o región hasta que dedicas tiempo a comprender su esencia, y esto te puede llevar por lo menos tres años. 

La escena vinícola se ha transformado radicalmente en los últimos 10-15 años. ¿Qué cambios has visto desde que comenzaste a comprar vino español? 
La transformación ha sido increíble. Tuve la suerte de empezar con el vino español a finales de los 2000, cuando el sector estaba cobrando un gran impulso y llegar de nuevas me permitió a empezar sin ideas preconcebidas. Creo que la calidad de todos los estilos de vino español ha mejorado espectacularmente y de forma generalizada. Quizás el mejor ejemplo sea la revolución cualitativa de los blancos impulsada por Galicia y la albariño, y por la verdejo, al demostrar que era posible elaborar en España blancos aromáticos, frescos y muy limpios. 

En las zonas históricas, Rioja ha progresado increíblemente en los últimos 20 años. Las bodegas clásicas han conservado los planteamientos tradicionales, no han tirado el grano con la paja, pero a la vez han adoptado estilos mucho más elaborados o centrados en lugares específicos: subzonas, pueblos, incluso viñedos. Esto supone un gran cambio respecto al modelo clásico de bodega que compra uva por toda la región, y la envejece y clasifica cuidadosamente. Ahora hay una amplia oferta de tintos de estilos muy diversos.

Parece que Ribera del Duero no es una zona que guste especialmente en Reino Unido.
Debo admitir que cuando me hice cargo de España me costaba entender por qué generaba tanto revuelo. Leía todos los elogios, pero luego cataba los vinos y es cierto que eran impactantes, pero para mí seguían un estilo similar a los del Nuevo Mundo, con mucha extracción y demasiado peso de la elaboración. Supongo que era, y quizás siga siendo, un estilo que gusta en el mercado local, pero que a mis clientes les interesa menos. Sin embargo, en los últimos cinco años hemos incrementado las compras en Ribera del Duero porque creo que por fin han aligerado el trabajo de bodega para concentrarse mucho más en la viña. Ahora hay riberas que remiten a un lugar y ofrecen su propia interpretación de la tempranillo. No se parecen a Rioja, siguen teniendo intensidad y garra, pero ahora hay una frescura y una pureza que resultan muy atractivas.  

Y respecto a variedades de uva y estilos en general, ¿cuáles han sido los cambios más significativos en los últimos años?
Hay dos destacados. El primero es la garnacha. Me fascina lo que está pasando con esta variedad a la que he seguido de cerca desde que empecé a comprar vino en España. Probablemente, es la variedad más interesante del momento y me encantan las distintas interpretaciones que se encuentras en diferentes regiones del país, ya sea como monovarietal o ensamblada con otras variedades. Resulta espectacular en casi todos los segmentos de precio. 

Otra tendencia es la nueva generación de jóvenes productores que están volviendo a lo más básico en viticultura. Se alejan de las variedades internacionales, trabajan con uvas locales, redescubren viñas viejas y castas ancestrales. En un contexto de sequía y cambio climático ven la oportunidad de viñedos de exposición norte. Es un momento de gran efervescencia y eso que ni siquiera he mencionado Jerez y todo lo que está ocurriendo allí, como los embotellados en rama que eran relativamente nuevos cuando empecé a trabajar en España. Fue mi predecesor Toby quien promovió el primer envío en rama de González Byass. The Wine Society fue el primero en asumir el riesgo y ahora se ha convertido en todo un fenómeno. 

¿Están aceptando estos cambios los clientes de The Wine Society? 
En este momento hay unos 70 u 80 vinos españoles a la venta en la web, pero a lo largo del año pueden superar los 300, y una gran parte están dentro de lo que llamamos ‘exploración’. Siempre dejamos espacio en nuestro portfolio para que los compradores incluyan referencias un tanto inusuales, pero que generen interés. Es algo que nos podemos permitir porque nuestros socios son grandes amantes del vino y les gusta descubrir cosas nuevas. 

Respecto a qué funciona mejor, las ventas de blancos españoles han aumentado significativamente respecto a las cifras de hace 15 años. Una de las cosas que más me sorprendió por inesperada en mis primeros viajes a España fue la calidad de los blancos. Me parecieron increíbles. Así que cuando volví como comprador, lo primero que hice fue proponer que se les diera mucho más espacio dentro de la gama de vinos españoles. Los promocionamos mucho y ahora los albariños, los godellos y los ensamblajes blancos gallegos se venden muy bien. Es extraño que los verdejos no hayan funcionado igual de bien; quizás es porque se parecen al sauvignon blanc. Hay otras regiones del mundo que ofrecen ese perfil, de modo que es complicado que los socios elijan un verdejo antes que un sauvignon blanc del Loira o de Nueva Zelanda.

¿Sigue teniendo Rioja un rol dominante?
Cuando empecé con España resultaba muy difícil vender cualquier tinto que no fuera un rioja. Pero esto ha cambiado completamente. Vendemos mucha garnacha de distintas partes de España y en especial de Navarra, El monastrell del sureste también funciona muy bien. Las ventas de cava han aumentado de manera significativa desde que introdujimos nuestra propia etiqueta hace 10 años. No vendemos tanto ribera o priorat. Priorat es difícil ahora mismo. Muchos socios nos lo piden, pero cuando lo ponemos a la venta, no hay apenas rotación. Creo que existe una barrera de precio.

Tenemos un porfolio bastante variado que no se basa únicamente en Rioja. Otra cosa que ha ayudado es que cuando me hice cargo de España en 2008, estábamos en plena recesión, lo que generó un gran movimiento hacia vinos de precio más asequible. Nuestros socios tuvieron que plantearse: “En lugar de Rioja, voy a probar esto, o voy a probar Navarra”. Se animaron con vinos que normalmente no comprarían, descubrieron que eran muy buenos y esto ayudó a generar una dinámica fuera de Rioja. 

En lo que respecta a las ventas, ¿qué vinos españoles funcionan mejor por volumen y por valor?
En número de botellas es el Society’s Rioja Crianza, que hacemos y ensamblamos con Bodegas Cosme Palacio. Es un estilo de rioja tradicional, no tiene nada que ver con los vinos que elabora la bodega, como el Glorioso, por ejemplo. Otro vino que nos quitan de las manos es la garnacha de Viña Zorzal, que es muy asequible. Han hecho un 2020 delicioso que es una maravilla para beber. Está recibiendo muchísimos elogios en la web, lo que a su vez genera más demanda. En términos de valor, funcionan muy bien los riojas de un proyecto relativamente joven como López de Haro, de Vintae. Acaban de lanzar un gran reserva blanco 2012 y un tinto 2004 a unas 30 libras la botella que están teniendo mucho éxito porque se miden bien con los grandes nombres de la categoría.

Y los vinos más exóticos de vuestra lista como los de Pepe Mendoza o Fernando Mora, ¿los compran los consumidores de estilos tradicionales como Rioja o llegan a nuevos nichos de clientes?
Mi instinto me dice que parte de su éxito se debe al hecho de que ambos productores son auténticos personajes con una gran historia detrás. Estas personalidades tan fuertes transmiten muy bien en las catas virtuales que hacemos para socios y creo que no solo ayuda a atraer a nuestro cliente tradicional de vino español, sino que también capta a nuevos consumidores jóvenes porque hay algo en torno a la cultura española, la comida, el estilo de vida en general, que los británicos reciben muy bien. Los dos son técnicamente muy buenos, pero además hacen que nuestros clientes se sientan a gusto. Los dos tienen una forma de ser práctica, realista y amable y encajan bien con la personalidad británica. Sus discursos resultan muy estimulantes y ambos tienen esa alegría contagiosa en la cara cuando hablan de sus vinos. 

A The Wine Society le fue muy bien durante la pandemia. ¿Sigue siendo así? ¿Se consiguieron muchos nuevos clientes? 
Como el resto de negocios de reparto a domicilio, vimos un aumento constante de la demanda y un incremento significativo de nuevos miembros que nos permitió alcanzar cifras previstas para dentro de unos dos años. Supuso un gran impulso para el negocio. Este año, con la reapertura de la hostelería, estaba claro que no se mantendría la tendencia, pero ahora mismo estamos un 40% por encima de los niveles de prepandemia. Hemos dado un paso enorme en volumen de negocio, demanda y membresía y, de momento, los socios conseguidos durante la pandemia continúan con nosotros. El año que tenemos por delante será mucho más difícil; cualquier profesional del sector, cualquier negocio dirá lo mismo, porque el coste de la vida y la inflación están ejerciendo mucha presión sobre la estructura de costes del vino, lo que implica una subida de precios. 

¿Ha añadido más presión el Brexit a la subida de precios o provocado complicaciones a la hora de comprar vino al continente?
La pandemia afectó considerablemente a la cadena de proveedores y encima teníamos el Brexit, aunque por suerte eso ya se ha estabilizado. Estamos viendo que los mayores incrementos de costes en el continente se están produciendo en los insumos. Los precios están por las nubes: el vidrio cuesta un 40% más, los tapones, las cápsulas, el papel, el cartón. Muchos de nuestros proveedores han intentado contener los precios, pero esta es la primera vez que yo recuerde que algunos de los más antiguos se han puesto en contacto con nosotros para decirnos: “Mira, no podemos aguantar más tiempo, vamos a tener que subir el precio en mitad de la añada”, cuando lo normal sería esperar a la nueva. Hemos aceptado esas subidas porque nos interesa a ambos que su negocio sea sostenible a largo plazo.

No hemos hablado mucho de Jerez. ¿Cómo está funcionando la categoría? 
Jerez funciona muy bien en The Wine Society porque nuestros socios tienen gustos bastante tradicionales y somos líderes en el mercado británico en lo que respecta a jereces premium. Los estilos secos son los más populares y además comercializamos una gama bastante amplia bajo nuestra propia marca. Hay un Society Fino, amontillado, oloroso, dulce, cream… cubrimos todo el espectro. Y ofrecemos sacas en rama durante todo el año. Es otra categoría que nos entusiasma.

En cuanto a tendencias de futuro, cuando estuve de jurado en los premios Decanter este año, algunos de los expertos españoles hablaron muy favorablemente de los blancos sin encabezar envejecidos con flor. No he probado aún muchos vinos de este tipo, pero parece una línea interesante para seguir de cerca.

¿Cómo se comportan los vinos españoles en términos de precio? 
Ahora mismo, España ofrece una excelente relación calidad-precio en todos los segmentos, ya sea por debajo de 10 libras la botella, o entre 10 y 20 libras. Solo hay que pensar en algunos riojas de 20 o 30 libras que salen al mercado listos para ser consumidos; no te obligan a comprar los vinos jóvenes y guardarlos durante cuatro o cinco años.

¿Cree que está mejorando la imagen de España como productor de vinos finos?  
Ya está sucediendo en Rioja con los reservas y grandes reservas de bodegas importantes como Muga y Lopez de Heredia. Cvne y La Rioja Alta están empezando a vender sus vinos por cupos. El mercado norteamericano se ha puesto al día con Rioja; empezó cuando Wine Spectator eligió por primera vez un vino español -creo que fue el Imperial Gran Reserva 2004 Cvne –como vino del año hace ahora una década. Eso realmente le abrió las puertas a Rioja a este mercado y ahora el próximo paso será una subida de precios; es inevitable.

Sería muy bueno que en España surgiera un puñado de nombres importantes. Vega Sicilia es, probablemente, el más conocido. Aunque su precio está por encima de lo que la mayoría de nuestros socios pagaría, hace dos cosas muy bien: primero, es una suerte de guía para el resto de productores españoles; y segundo, es toda una declaración para los consumidores de vinos finos del mundo de que España puede producir al más alto nivel. Creo que los siguientes grandes nombres vendrán de Rioja porque ahí están las marcas más conocidas. Ya sea el Gran Reserva 890 de La Rioja Alta o el Prado Enea de Muga, ambos son vinos finos firmemente consolidados. 

¿Cree que España alcanzará alguna vez la posición de Francia e Italia en la categoría premium? 
Para nuestros clientes, España ya está ahí arriba. Una cosa que digo a menudo a las bodegas en España es que deberían estar más orgullosas de lo que hacen. Lo productores no son conscientes de lo buenos que son. Ese orgullo nace también de un enfoque centrado en las variedades autóctonas; no hay ninguna necesidad de cultivar y elaborar vinos con uvas internacionales para conseguir un reconocimiento global. De hecho, yo creo que es algo que se vuelve en su contra. Los productores deben sentirse orgullosos de sus variedades y de las formas tradiciones de elaborar; si se añade un toque contemporáneo, los resultados son fantásticos. Es como la mejor cocina española; son elaboraciones simples, pero cuando se utilizan ingredientes locales, resulta increíble. Lo que la gente busca hoy en día, ya sea en la comida o en el vino, es una expresión concreta y única de un país.

¿Qué supone esto para el vino español? ¿Qué ofrece España que no se pueda encontrar en ningún otro lugar?
Jerez, cuya diversidad de estilos es imposible de replicar. Y los riojas de largas crianzas, porque en zonas donde el vino no está regulado (el hemisferio sur, el Nuevo Mundo), nadie planta un viñedo, espera cuatro años para hacer vino y cinco más para sacar una botella al mercado y no obtener beneficios en diez años. ¡Es imposible que ocurra! La filosofía de largos envejecimientos de Rioja es realmente especial. Y luego están las variedades autóctonas: albariño, godello… También estoy empezando a ver más interés por los blancos de Rioja que reflejan el estilo clásico oxidativo., De nuevo, es algo realmente único y muy difícil de replicar en otros lugares, simplemente porque la viura es una variedad que solo responde bien a las largas crianzas; conseguir este estilo de vinos complejos y sabrosos requeriría una enorme inversión. Y también el cava.

¿Qué otro país produce vinos que puedan acompañar cada secuencia de una comida, desde el aperitivo, los entrantes, el plato principal, quesos y postres? Rosados, dulces, secos, generosos, ¡es extraordinario!

Si tuvieras que elegir tres vinos españoles para llevar a una isla desierta, ¿cuáles serían?
No es fácil decidirse, pero escogería el cava de The Wine Society que elabora Sumarroca porque no solo resulta delicioso como cava, sino frente a otros espumosos del mundo; método tradicional de segunda fermentación en botella al estilo del champagne, pero con variedades autóctonas del cava. 
En blancos, me decantaría por un godello, probablemente Valdesil Sobre Lías, aunque también valoraría algún rioja blanco de estilo tradicional porque puede beberse frío en clave refrescante pero también a temperatura ambiente.
Respecto al tinto, apostaría por lo clásico: un Prado Enea Gran Reserva. Y si pudiera elegir una añada sería la 2001, suponiendo que tuviera disponibilidad ilimitada.

Es muy complicado elegir solo tres. Eso deja fuera jerez, garnacha, albariño… que son vinos que adoro. Me encanta el vino español y nunca deja de entusiasmarme.

¿Qué busca Pierre Mansour en los vinos que compra?
En primer lugar, calidad. Un vino equilibrado, con intensidad, persistencia y complejidad, y que a la vez ofrezca una expresión impecable de las características naturales de la categoría: una combinación de variedades, la impronta del viñedo y la del productor. El gusto y el estilo deben reflejar lo que el productor intenta conseguir. Y todo ello conectado con una filosofía y una historia. Los productores que además de hacer grandes vinos, tienen la capacidad de venderlos son aquellos capaces de articular su filosofía, esto es, su historia, de una manera que conecte con nuestros clientes. 

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