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Selección de vinos blancos sin fortificar de Jerez. Fotos: Yolanda O. de Arri

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Blancos de Jerez sin fortificar: la mirada a la albariza

Yolanda Ortiz de Arri | Lunes 08 de Octubre del 2018

Diez años han pasado ya desde que el Equipo Navazos recuperara la antigua tradición jerezana de los blancos con crianza biológica sin fortificar. Su Navazos Niepoort 2008 abrió el camino hacia unas elaboraciones, generalmente de pequeña y cuidada producción, que poco a poco van formando parte de las gamas de todos los elaboradores de calidad del Marco y que contribuyen a dinamizar la oferta de una región vitícola de talla mundial pero todavía incomprendida para buena parte del gran público. 

Son vinos que combinan tradición, identidad, origen y terruño —algo que ya ocurre en todas las grandes regiones vinícolas del mundo— y podrían (y deberían) llegar a convertirse en la puerta de entrada a los jereces de calidad. El Consejo Regulador estableció este año una comisión para abrir la DO a los blancos de pago y sin fortificar, pero la aprobación es complicada porque además de la oposición de algunos productores con peso en la zona, se debate al mismo tiempo que los enquistados asuntos del bag in box y los finos de Sanlúcar. 

De momento, y al no haber regulación, algunos están bajo el paraguas de vino de la tierra mientras que otros trabajan sin amparo oficial pero con la libertad para experimentar y recuperar, que no descubrir, prácticas enológicas tradicionales (como dice Willy Pérez, “en Jerez todo se ha hecho antes”).

La mayoría son de palomino de suelos de albariza, algunos de clones variados (Ube by Ramiro Ibáñez), aunque también hay algunas elaboraciones con uva rey (Primitivo Collantes), moscatel (4 Ojos Wine) o incluso vijiriega blanca (Compañía del Atlántico, que reseñamos aquí) y su grado alcohólico no suele superar los 14%. El velo de flor es una herramienta más que una obligación en la elaboración de estos vinos que abarcan un amplio rango de estilos y precios.

Coincidiendo con la celebración de la International Sherry Week, que tiene lugar entre el 8 y el 14 de octubre, SWL recopila diez vinos que nos gustan de esta categoría y que se merecen un hueco en el universo de los vinos blancos secos del mundo servidos, por supuesto, en copa grande de cristal.

1. Blanco de Hornillos, Callejuela
Los hermanos Blanco, tercera generación de mayetos de Sanlúcar con algo más de 28 hectáreas de viña en los pagos de Callejuela, El Hornillo, Macharnudo y Añina, han hecho una gran apuesta por los blancos sin fortificar. En su blanco de Hornillos embotellan lo que en la zona se conoce tradicionalmente como “mosto”, el vino base sin fortificar que se destina a alimentar las criaderas de manzanillas y demás vinos que están en solera. Es un palomino de albariza fermentado en acero inoxidable que mantiene las notas de fruta de un vino joven con buena frescura y final seco. Cítrico y mineral, es un vino excelente para introducirse en el mundo de los blancos sin fortificar. 
Un paso más arriba están sus excelentes vinos blancos de pago: Hacienda de Doña Francisca del pago Callejuela, La Choza de Macharnudo y Las Mercedes, del pago Añina. Todos ellos se han criado durante siete meses en botas con velo de flor con la idea de mostrar el carácter que imparte el terruño y por muy poco más (11,85 € en Decántalo) merecen mucho la pena.

Encuentra este vino por 6,80 € en De Albariza

2. Viña Matalián 2017, Bodegas Primitivo Collantes
Como un pequeño galo en la costa gaditana, Primi Collantes resiste al envite de la presión urbanística y mantiene intacto su manto de viñedos en Chiclana, a orillas del Atlántico, donde el cultivo se ha reducido a menos de 150 hectáreas.
Viña Matalián, hermano pequeño de Socaire, nace de 20 hectáreas de viñedo del mismo nombre. Es una zona con suelos de albariza a las afueras de la ciudad donde el viento sopla con fuerza y madura algo más tarde que el resto del Marco. 
Aunque es el vino más modesto de toda su gama, Viña Matalián ofrece mucho por muy poco. Se elabora con uvas de palomino de primera yema y se fermenta en acero inoxidable pero ni se encabeza ni sale la flor. Tiene notas frutales, de pera madura y un punto de tiza y amargor final que le dan relieve. Es perfecto para seguir disfrutando de estos últimos días de sol antes del largo invierno.

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3. Ojo de Gallo 2017, Bodegas Estévez
Es la tercera añada en el mercado de este vino blanco que nace de viñas jóvenes de palomino plantadas en las 145 hectáreas que Estévez tiene en Macharnudo Alto, uno de los más emblemáticos de Jerez por la pureza de su albariza y su situación. Se cría con sus lías en depósitos de acero inoxidable durante seis-ocho meses antes de pasar a botella. Es un vino con aromas frutales y florales, expresivo y mineral, con las notas de tiza que denotan su origen y muy fácil de beber.

Encuentra este vino por 7,30 € en la web del grupo Estévez

4. Corta y Raspa, Mayetería Sanluqueña
Cuatro vinos, tres mayetos y Ramiro Ibáñez. Es el ilusionante proyecto lanzado en 2016 bajo el nombre Mayetería Sanluqueña que busca que pequeños propietarios de viñas se animen a producir su propio vino en lugar de venderlo a terceros a precios irrisorios. Los mayetos son Antonio Bernal (viña La Charanga en Maína con suelos de albariza de barajuelas), José Manuel Harana (viña La Atalaya, en el pago del mismo nombre en Sanlúcar, albariza de lentejuelas) y Rafael Rodríguez (Las 40 y Casabón, en Añina, albariza de tosca cerrada). Todos son vinos artesanales y personales, de rendimientos y producciones limitadas (600 botellas, excepto La Charanga, con 1500) y fermentados de manera espontánea en bota. 
Cuentan con el asesoramiento de Ramiro Ibáñez para la elaboración, que es la misma para los cuatro, pero es fascinante ver las diferencias de carácter entre uno y otro, desde el perfil más salino, mineral y afilado de la Atalaya hasta la sapidez de La Charanga o la estructura y raza de Las 40 y Casabón, que en esta segunda añada (2017) sustituye a Morla. Todos están clasificados como vinos de mesa.

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5. El Muelle de Olaso 2016, Bodegas Luis Pérez
Este vino, y esta añada 2016 en particular, es uno de nuestros favoritos de la nueva generación de blancos sin encabezar del Marco. Las uvas de palomino destinadas a El Muelle se recogen en la segunda de cinco selecciones que se hacen en las viñas del pago Carrascal en Jerez en función de su madurez (la vendimia 2018 del proyecto Barajuela ha durado 61 días) y el vino busca mostrar la expresión más pura posible del terruño sin influencia de la flor. El 80% del vino pasa por acero inoxidable mientras que el 20% se asolea y fermenta en bota jerezana envinada antes de estar seis meses de crianza sobre lías. Los aromas de piña y plátano del vino cuando salió al mercado han dado paso a una fruta más concentrada y profunda con notas de fósforo y una sapidez elegante que dan al vino una persistencia y complejidad muy por encima de la media en esta nueva categoría de vinos. Un blanco serio al que el reposo en botella le ha sentado muy bien. 
No es fácil encontrar la añada 2016 pero la añada 2017 está ya en el mercado. 

Encuentra este vino por 9,35 € en Jerez de Vino

6. Mirabrás 2016, Bodegas Barbadillo
Proveniente de la parcela Cerro de Leyes (Pago de Santa Lucía), plantada en los años 70 en suelos de albariza, Mirabrás nació en 2014 con el mismo espíritu que Castillo de San Diego lo hizo 40 años antes: “sacar cosas nuevas sin corsé,” como dice su enóloga Montse Molina. 
Se elabora a la antigua usanza, con asoleo de las uvas de palomino en la viña antes de fermentar en botas de manzanilla. Después se cría durante algo más de un año en botas y depósitos en los que aparece una leve capa de flor. De producción limitada (apenas 2.000 botellas) es un vino blanco en el que los recuerdos de crianza biológica y la salinidad se mezclan con la fruta madura y los aromas de pan con boca persistente y concentrada. Se bebe estupendamente ahora pero será interesante ver cómo evoluciona.

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7. Navazos Niepoort 2016, Equipo Navazos 
Pionero de los vinos blancos de crianza biológica sin fortificar, 2016 es la séptima añada de este 100% palomino fino de albariza fermentado en bota con levaduras autóctonas, crianza biológica de 12 meses en botas bajo el velo de flor y embotellado sin clarificar. Es un vino sabroso, salino y cítrico y con una excelente evolución en botella —en Vinoble catamos un 2009 con una nariz cautivadora, y un paladar con sal, tiza y agarre, que crece en la copa. Como dice Eduardo Ojeda, uno de los artífices de este vino, “la palomino tiene una jartá de carácter”.

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8. Atlántida Blanco 2016, Compañía de Vinos del Atlántico
Alberto Orte y Patrick Mata, socios en la importadora de vinos estadounidense Olé Imports, han dado un paso más en la elaboración de blancos en Cádiz con esta apuesta por trabajar con variedades como la vijiriega blanca, una uva prácticamente desaparecida con la filoxera en el Marco y recuperada en la viña San Cristobal en el pago de Añina tras seis años de trabajo con variedades y clones.
Criado 18 meses en barricas de 600 litros y depósitos de acero inoxidable, Atlántida es un vino de gran complejidad aromática, buena acidez, equilibro y mucha clase que enriquece la diversidad jerezana. Está en un buen momento para disfrutar ahora pero tiene gran potencial de envejecimiento.

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9.Blanco De la Riva 2016, Bodegas M. Antº De La Riva
El nuevo proyecto de Ramiro Ibáñez y Willy Pérez, que lleva el nombre de una antigua marca de Domecq, apela a la historia, a la viña y a la albariza pero también a la importancia del factor humano para completar el círculo y obtener lo mejor del terruño. En la primera añada de este blanco de palomino nacido en la mítica viña El Notario, en Macharnudo Alto, el vino se asoleó durante ocho horas en día de Levante para favorecer el estilo de vinos estructurados y raciales que elaboraba esta marca en su día. Tras prensarlo con un rendimiento del 50%, se fermenta en botas jerezanas a temperatura ambiente y se cría 10 meses bajo velo. Con notas de fruta madura, una flor muy fina, hidrocarburos y un postgusto sabroso es un vino largo, con gran personalidad y que sin duda marcará un estilo porque es, probablemente, el mejor vino blanco de Andalucía. Quedan pocas botellas del 2016 a la venta pero la siguiente añada está prevista que salga antes de que acabe el año.

Encuentra este vino por 34,80 € en Monvínic

10. Vibrations 2016, Muchada-Léclapart
Este es uno de los cinco vinos que elaboran el arquitecto gaditano convertido a vigneron Ale Muchada y el reconocido productor de Champagne biodinámico David Léclapart en tres hectáreas de viña en Sanlúcar y Chipiona. Podan en vara y pulgar, pero hacen laboreo solo con tracción animal y dejan cubierta vegetal en la viña, algo poco habitual en la zona. En la bodega, la máxima es mínima intervención y búsqueda de la pureza.  
Este Vibrations es un originalísimo palomino de viñas viejas en el pago Miraflores que se macera con pieles entre cinco-siete días y se vinifica en botas de manzanilla sin velo de flor. Aunque ya está en venta la añada 2017, la 2016 gana mucho con el tiempo extra en botella y se potencian los aromas a fruta madura, apio y las notas salinas. En boca tiene mucha clase y carácter. Solo se hicieron 700 botellas y no es barato pero merece la pena para una ocasión especial.

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