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1. Imagen de marca. 2. La bodega. 3. Mariano García. 4. Roca arenisca en uno de los suelos que forman parte del ensamblaje del vino. 5. Antonio Moral. 6. Vendimia 2019. 7. Sala de barricas. 8. Catando la añada 2017. Fotos: A.C. y Aalto .

Bodega destacada

Aalto: el secreto de su éxito

Amaya Cervera | Martes 05 de Noviembre del 2019

La primera cata de vinos de pueblo de Ribera del Duero que recuerdo fue un evento organizado por Aalto en el que se invitaba a los asistentes a probar los principales ingredientes del vino y a realizar su propio ensamblaje. Más allá de la diversión que supone asumir el rol de enólogo por unos instantes, la cata permitió probar sabores muy concretos de una denominación bastante extensa en un momento en el que aún no se hablaba de zonificación en España y los puntos (preferiblemente puntos Parker) eran el elemento determinante para aupar un vino en el mercado.

La Horra y sus satélites

Hace unas semanas repetí la experiencia con el enólogo Antonio “Toño” Moral probando vinos de las cosechas 2018 y 2017 directamente de barrica en la flamante y recién remodelada bodega situada en Quintanilla de Arriba (Valladolid). Catamos muestras de Baños de Valdearados, Gumiel, Moradillo, Piñel de Arriba, Valbuena, La Aguilera, La Horra y una combinación de Fresnillo, Fuentespina y Fuentelcésped que en bodega llaman “las tres efes”. Son todos municipios de la parte central de la DO situados en la provincia de Burgos salvo Valbuena y Piñel de Arriba que están en Valladolid, más al oeste. 

Curiosamente, algunas sensaciones fueron muy parecidas, sobre todo en los vinos de La Horra. En cuanto metes la nariz en la copa, llegan esas notas de fruta madura y toques achocolatados que se han convertido en la seña de identidad de Aalto. En boca, la estructura que caracteriza a este municipio aparece bien arropada por una textura voluptuosa. Sin duda, esa combinación de opulencia y equilibro es una de las claves del éxito de Aalto.

Los demás pueblos aportan cada uno su granito de arena: mineralidad de suelos calizos (Valbuena), estructura y centro de boca (Gumiel), firmeza y otro tipo de mineralidad (Baños de Valdearados), fruta (Fresnillo y cía.), madurez, estructura y frescura (Moradillo)... El vino con más entidad (e identidad) fuera de La Horra procedía de La Aguilera: un 2018 con fantástica tensión, finura y jugosidad. Y aunque el estilo no coincidía con lo que hay habitualmente en una copa de Aalto, ayuda a explicar el juego de equilibrios que se consiguen en el vino final y la capacidad de la marca para atraer a consumidores que no se conforman únicamente con mucha fruta potente envuelta en maderas caras, sino que exigen profundidad y elegancia en la copa.

Se ve muy bien en los 2017 que están ahora mismo al mercado. Con un 30% menos de producción, acorde con la merma a causa de las heladas, la interpretación de la añada va en la línea de mantener el estilo voluptuoso, pero sin caer en el error de buscar concentración. Si Aalto ofrece una estructura media, pero con tensión en boca, finura y frescura, Aalto PS es más potente y achocolatado con mayor complejidad y profundidad.

Solidez y fiabilidad

Aunque quien visite hoy la bodega no tenga esa percepción, las uvas y su elaboración siempre han sido la prioridad del proyecto. El director general Eduardo Ferrín recuerda que cuando se edificaron las instalaciones en 2005 “se dejaron los lujos para más adelante” y se invirtió en elaboración pura y dura. La remodelación actual se realizó entre 2015 y 2017 para “tener unas instalaciones acordes con el prestigio de la marca, poder recibir visitas [casi exclusivamente profesionales] y trabajar a gusto”, en palabras de Ferrín. 

El planteamiento estuvo claro desde el principio. Cuando se crea Aalto en 1999, la Ribera del Duero se encuentra en un momento particularmente dulce. Sus dos cabezas pensantes conocen la zona al dedillo y aportan perspectivas y experiencias distintas. Mariano García el bagaje de sus 30 años de enólogo en Vega Sicilia (1968-1989) y la aventura de posicionar en el mercado un vino sin DO (Mauro) al nivel de los más grandes de la Ribera. Javier Zaccagnini, ingeniero de formación y con experiencia en el sector de automoción, había dado un giro brusco hacia el vino para ejercer durante los seis años anteriores como gerente del Consejo Regulador de la DO Ribera del Duero.  

Los dos eran garantía suficiente para conseguir inversores fiables y de manera relativamente rápida. Los primeros en entrar fueron varios directivos de la empresa de software Meta4 y luego llegó un nombre de peso en el sector como Osborne. Este lugar sería ocupado en 2006 por dos familias con variados intereses empresariales incluido el vino: los Masaveu (Murúa, Fillaboa, Leda, Pagos de Araiz…) y los Nozaleda (Enate). 

La estabilidad económica nunca ha sido un problema en Aalto. Los cambios en el accionariado o el equipo (Zaccagnini abandonó la dirección en 2018 para dedicarse a su propio proyecto vinícola) no han afectado al posicionamiento o a la imagen del vino en el mercado. Y aunque Mariano García sigue supervisando todas las viñas y la evolución de los vinos y visita semanalmente la bodega, hay un sólido equipo técnico con Antonio Moral al frente que maneja el día a día.

El nombre, que tanto dio que hablar en su día (el uso de la doble “a” para ser indexados los primeros y la inspiración en la figura del arquitecto finlandés Alvar Aalto que complicó las labores del registro de marca), está sólidamente establecido en el mercado. Aalto es una marca internacional (“es la vocación de la bodega desde siempre”, explica Ferrín) que exporta entre el 60% y el 70% de la producción a 45 países. Para el director general también es un vino de buena relación calidad-precio (se vende en el entorno de los 31 € en España) y no hay planes de aumentar tarifas ni volúmenes (300.000 botellas en un año medio).

“Para poder subir el precio, hay que mejorar la calidad del producto”, reflexiona Eduardo Ferrín. “En Aalto tenemos dos líneas de trabajo: una estrategia de marketing a largo plazo para incrementar valor de marca y todos los años intentamos mejorar la calidad de los vinos con trabajo tanto en campo como en bodega. No somos partidarios de forzar los posicionamientos; si lo haces bien, viene de manera natural”. 

Evolución

Aalto tiene 40 hectáreas propias entre los viñedos que rodean la bodega, una finca de viñedo en vaso en Piñel de Abajo y varias parcelas de viña vieja en La Aguilera, pero compra a terceros hasta cubrir una superficie de aproximadamente 125 hectáreas. Para Antonio Moral, la alta calidad de la uva que consiguen es fruto de una “relación de confianza con los viticultores” que se apoya en contratos verbales que se han mantenido estables a lo largo del tiempo. “Las subidas son bastante paulatinas, pero mantenemos el precio si baja la cotización del mercado”, señala.

El tinto central Aalto es una combinación de lo mejor de las viñas propias y las uvas que compran a terceros. En el top Aalto PS (por Pagos Seleccionados, unas 40.000 botellas, 74 € en España), siempre hay una base estable de un 60% de uvas de La Horra y La Aguilera. Toño está convencido de que la personalidad de los municipios es especialmente relevante en el ensamblaje: “En viñas viejas, cada pueblo tiene sus propios clones, biotipos y material vegetal”, señala. 
Para Mariano García, la suma de tempranillos de varias zonas da lugar a “un tempranillo distinto y menos monótono, con una gracia y complejidad diferentes; es un vino más versátil”, explica. 

En la práctica, el ensamblaje de Aalto no permanece estático. Uno de los municipios que están ahora al alza en el ranking particular de Moral es Baños de Valdearados. Se trata de una zona muy fresca, pero más por su cercanía a la Sierra de la Demanda que por la altitud. “Es la última que empezamos a vendimiar”, señala Toño, convencido de que dará que hablar en el futuro.

El estilo, por otro lado, se mantiene, pero las prácticas evolucionan. Toño apunta a una evolución a partir de 2010 para vendimiar con grados más bajos y extraer menos. “A finales de los años 90 y principios de los 2000 todo el mundo estaba pendiente de los IPT (índice de polifenoles totales) y los antocianos. Hoy en cambio somos capaces de tener mucho color y estructura con IPTs más bajos y sin tanta extracción. La ‘uva 10’ da todo esto de forma natural”, explica.

De hecho, los tiempos actuales de contacto con los hollejos podrían sorprender a muchos conocedores del vino: entre tres y cuatro días de maceración en frío, seis-ocho días más de fermentación y descubados inmediatos salvo en el caso de “partidas puntuales con muy buenas pieles que permiten hacer maceraciones postfermentativas”, según señala Moral. 

Mariano García destaca también la importancia de la filosofía de fondo; vinificar por pueblos y parcelas lo que permite conocer muy bien los vinos, trabajar con las levaduras naturales de cada terruño y realizar una crianza adaptada a cada vino. “En Aalto hay un 60% de barrica usada”, desvela.

Y todo ello sin dejar de ser una de las grandes referencias de la poderosa Ribera del Duero. Quién hubiera imaginado que en plena moda de tintos frescos, las graduaciones generosas pudieran tener sus ventajas. “Estamos en 14,5% vol.”, apunta Ferrín. “No nos afectan las tarifas de Trump”. Las circunstancias parecen estar también del lado de Aalto.

¿El secreto? Quizás no hay secreto. “Las cosas son mucho más simples”, asegura Mariano García.


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