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1. La Ribera austera. 2. Noelia Callejo. 3. Una muestra de la complejidad del suelo. 4. José Félix Callejo. 5 y 6. Viñas en el páramo. 7. Sala de barricas. 8. El Montecillo. Fotos: A.C.

Bodega destacada

Félix Callejo, la evolución hacia una visión más terruñista de la Ribera del Duero

Amaya Cervera | Domingo 09 de Junio del 2024

Desde los 830 metros de altitud en la parte más baja del pueblo, donde domina la arcilla, pasando por los arenales que bordean los pinares y los suelos de gravas que se corresponden con antiguos lechos de río, hasta el páramo calizo que alcanza los 930 metros, los viñedos de la familia Callejo en Sotillo de la Ribera (Burgos) ofrecen una radiografía precisa de la complejidad que caracteriza los suelos de Ribera del Duero.  

Cuando Félix Callejo y su mujer Pilar lanzaron la bodega en la añada 1989, el foco estaba en otro lugar. Las dos familias tenían experiencia como corredores de vino y, tras la creación de la DO Ribera del Duero en 1982, vieron la oportunidad de lanzarse al embotellado. En los inicios compraban bastante uva, pero progresivamente fueron plantando viñedos en las tierras de su propiedad entre las que se incluían campos de cereales en el páramo. Esto explica la diversidad de suelos y ubicaciones en los que se apoya la gama de vinos actual.

Otra mirada sobre la Ribera del Duero

“Reivindicamos la personalidad del viñedo de Sotillo y la continentalidad que lo caracteriza. No tenemos nada contra las categorías de Crianza y Reserva, pero no es normal que solo existiera una única mirada sobre la Ribera. Es bueno que haya otras visiones”, expone Noelia Callejo. Tanto ella como su hermano José Félix, los más implicados en viña y bodega de la segunda generación (sus hermanas Beatriz y Cristina están al frente del mercado nacional y la exportación, respectivamente), han modelado su visión del mundo del vino gracias a sus experiencias fuera de España.

José Félix estuvo en Pétrus (Pomerol, Burdeos) y en la bodega chilena de Familia Torres, y Noelia en Napa Valley (California) con Araujo y en Mendoza (Argentina) en Viña Cobos. Tras su incorporación a la bodega José Félix pasó del roble americano con tostados marcados a la sutilidad de la madera francesa. Con la llegada de Noelia comenzaron a clasificar las uvas por zonas. “Con este nuevo discurso de suelos, las categorías de Crianza y Reserva no encajaban”, explican. 

Desde 2022, sus 56 hectáreas repartidas en 27 parcelas están certificadas en ecológico y todos sus vinos se elaboran con levadura natural. Otro elemento diferencial es su vocación exportadora: el 50% de las aproximadamente 230.000 botellas que producen al año se venden fuera de España. 

Un pueblo da para mucho

Sotillo es uno de los municipios más animados de Ribera del Duero. Cuenta con bastantes viticultores jóvenes, cuatro bares y hasta una fábrica de morcillas acogida a su propia IGP Morcilla de Burgos.

A mediados del siglo XIX aparecía descrito en el Diccionario de Madoz de la siguiente manera: “Villa (…) situada en el extremo de un valle, en terreno hondo, con exposición al S, de cuyo viento está resguardada y ventilada de los demás; su clima es frío, pero sano (…). El término comprende unas 6.000 fanegas de terrenos cortado en pequeños valles y llanos, con poco monte y de buena calidad en general, especialmente para el plantío de viñedo”.



Quizás por esa vocación vitícola (hoy cuenta con 582 hectáreas acogidas a la DO Ribera del Duero) sufrió algo menos la emigración a la ciudad y acometió bastante pronto la concentración parcelaria, lo que hace que no cuente con mucho viñedo viejo. Sin embargo, la complejidad de los suelos, que debe mucho al carácter sedimentario del valle del Duero y a su posterior erosión, se mantiene intacta. Esta riqueza va mucho más allá de la diferenciación entre el páramo y las partes más bajas. Es increíble la rapidez con la que cambia el terreno.

Un buen ejemplo es Los Arenales, un viñedo de 3,5 hectáreas plantado en 1991 y en el que han identificado cuatro zonas distintas: la parte más arcillosa va a Flores de Callejo, la que combina arena y arcilla a Parajes de Callejo, la arenosa al Gran Reserva y las de gravas a Majuelos de Callejo.

Ocurre algo parecido en el cotarro de El Montecillo, una zona más elevada, fría y agreste donde abundan los pequeños majuelos y donde Félix Callejo plantó 3,5 hectáreas en 1999.  “En casa siempre hemos oído que era la peor viña, con mucho vigor en la parte baja y muy poco suelo en la parte alta de la ladera [que alcanza casi los 900 metros]. Pero mi hermano empezó a trabajarla con cubiertas vegetales y consiguió equilibrarla”, cuenta Noelia. La zona central caliza se destina a Félix Callejo, la parte baja a Flores de Callejo, la alta a Majuelos y una cuarta parte a Parajes de Callejo.

Cada vino, con sus suelos y sus viñas

Flores de Callejo (170.000 botellas, 9 €), el tinto frutal y juvenil de entrada de gama, se lleva los suelos sedimentarios más arcillosos y uniformes, la mayor parte de los cuales procede de las 15 hectáreas que la familia tiene en la zona de El Pozo o Corrales. Son sus viñedos más meridionales y de menor altitud. La elaboración busca realzar el estilo fresco y directo, ya que trabajan con uva entera, descuban antes de que acabe la fermentación y solo un tercio del vino pasa por barrica de 500 litros; el resto se cría en acero inoxidable y hormigón.

Pero el vino que marcó realmente un punto de inflexión en la transición entre la primera y segunda generación fue Majuelos de Callejo (12.000 botellas en la cosecha 2021, 35 €), que se elaboró por primera vez en la cosecha 2006. “A partir de ahí, fuimos cambiando progresivamente y empezamos a dar un nombre a cada vino”, explica Noelia. Majuelos es un homenaje a las pequeñas parcelas tradicionales de la Ribera plantadas en suelos pobres y a recuerdos de infancia ayudando en la vendimia a la abuela Daría. Además de zonas específicas de Montecillo y Arenales, utilizan la parte alta de Nogales, que está separado de Montecillo por la Peña de Buenavista. El vino explica el comportamiento de la tempranillo (o tinto fino como se conoce localmente) en suelos pobres de grava. El envejecimiento en barricas de 500 litros, más una parte en huevo de hormigón, limita mucho el aporte de la madera y deja que la fruta se exprese con intensidad. Es uno de los tintos con mayor tensión y personalidad de la casa, además de un interesante potencial de guarda.


La colección de lo que en la bodega llaman “suelos marginales” continúa con Félix Callejo (3.000 botellas, 90 €, un homenaje al padre y fundador de la bodega), otra interpretación de la tempranillo, pero en este caso de un paisaje más extremo y austero, marcado por suelos calizos poco profundos con la roca madre muy cerca de la superficie. Las uvas proceden de dos cotarros: la zona central de Montecillo y la parte alta de su viña de Medio Arroyo, entre los 900 y 920 metros de altitud. En la cosecha 2018 se combinan notas cárnicas, con buena potencia de fruta y en el paladar es firme y profundo, con mucha vida por delante.


Para el Gran Callejo Gran Reserva (2.000 botellas, 60 €), el único vino para el que se ha mantenido una indicación tradicional de envejecimiento y la crianza en barricas de 225 litros, se han elegido suelos de arena de la parcela Camposanto y de la parte de los pinos de la viña que rodea la bodega, donde se consiguen uvas de alta concentración. Es desde luego, el tinto de la trilogía de tempranillos de suelos marginales que más se diferencia de la línea actual y en el que la madera está más presente.

El efecto albillo

Un parte no desdeñable de las 56 hectáreas que tiene la familia en propiedad se corresponden con nuevas plantaciones. De ellas, ocho hectáreas son de garnacha y casi seis de albillo mayor. Dicen José Félix y Noelia que “la albillo mayor es la variedad que ha prendido la mecha de los cambios la bodega. Nos ha abierto la mente y nos ha quitado miedos”. 

La presencia de la variedad va más allá de El Lebrero, el blanco que siempre está presente en la lista de los albillos que más suenan en Ribera del Duero. También forma parte de su rosado, ahora convertido en clarete, en el sentido tradicional del término de mezcla de uva blanca y tinta. Pero además, y gracias al cambio de reglamentación que permite incluir en los tintos un 25% de cualquiera de las variedades autorizadas por la DO acompañando a la tempranillo, se ha incorporado a algunos de sus tintos desde un concepto de field blend. De hecho, hay ya dos nuevas hectáreas plantadas junto a la bodega con una parte de albillo, otra de garnacha y el resto tempranillo. 


Las nuevas plantaciones de tempranillo proceden de la selección de tinto fino realizada en Ribera del Duero por Vitis Navarra y que no está concebida como un clon concreto sino como una familia de biotipos.

El vino que mejor refleja este concepto de mezcla y que, de paso, viene pertrechado para hacer frente al cambio climático por el aporte de variedades con índices de acidez superiores al tempranillo es Parajes de Callejo (40.000 botellas, 22 €). En la cosecha 2021 está elaborado con 85% de tempranillo, 10% de garnacha y 5% de albillo que dan un ribera más fresco, gustoso y directo. Las tres variedades se trabajan en co-fermentación y el vino se cría durante un año en una combinación de hormigón, foudre y barricas. Según José Félix, aunque la tempranillo aún necesita correcciones de acidez, esta forma de trabajo consigue que haya que intervenir menos.

En el caso del clarete Viña Pilar (algo más de 4.000 botellas, 20 €), se trabaja con partes iguales de albillo y tempranillo y se fermenta y cría durante 14 meses en una combinación de hormigón y barricas de 500 litros. Las uvas proceden de sus viñedos El Pajarillo y El Lebrero, situados ambos en el páramo y separados por una pequeña carretera que marca también una diferenciación de suelos.

El páramo de Sotillo de la Ribera

“En 2022 el viñedo del páramo nos dio muchas alegrías porque no teníamos suficiente acidez y nos dimos cuenta de la frescura que teníamos aquí”, explica Noelia Callejo en relación con una de las vendimias más tórridas que se recuerdan. También valora que a estas altitudes superiores a los 900 metros el fin de ciclo es más lento.

En Sotillo cuentan con dos páramos, uno a cada lado del arroyo que atraviesa el pueblo y de la carretera que va hacia el norte en dirección a Cabañas de Esgueva. En la margen derecha del arroyo, en el paraje de El Pajarillo, con suelos totalmente blancos y calizos, plantaron una primera fase de albillo que ahora se ha completado con garnacha y tempranillo hasta contar con seis hectáreas en total. Es un terreno que llegó a manos de la familia tras la concentración parcelaria. Un poco más al norte, dentro del mismo páramo, está el viñedo de albillo mayor El Lebrero en un suelo un poco menos blanco y de carácter más cascajoso.

En el segundo páramo, situado a 930 metros de altitud en la margen izquierda del arroyo, cultivan 10 hectáreas de tempranillo y merlot plantadas en el paraje de Valdelroble en 2004 y 2005. Es un páramo mucho más abierto y expuesto donde su padre cultivaba cereal en su día y con un suelo mucho menos profundo; la roca madre está más cerca de la superficie y hay abundante piedra fragmentada en el horizonte superior. La mayor parte de la uva se destina a Parajes de Callejo. El vino más seleccionado que sale de este viñedo es Finca Valdelroble (9.000 botellas, 27 €), una co-fermentación de tempranillo con 25% de merlot que fermenta en hormigón y se cría 18 meses en barricas de 500 litros, con más finura de que suele aportar la merlot en la zona y cierta tensión.


Quizás los vinos de la segunda generación de los Callejo sean más fáciles de disfrutar que de contar, pero constituyen un buen ejemplo de cuál podría ser la evolución natural de la Ribera en los próximos años a medida que se generalice el relevo generacional y se aborden los problemas locales desde una perspectiva más global. 

Matizar el protagonismo de la tempranillo, ampliar la gama con blancos y rosados, prepararse para los retos que plantea el cambio climático y construir estilo a partir de un conocimiento más profundo de los suelos y el paisaje. La Ribera del futuro ya está aquí; solo hay que saber buscarla.

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