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La Vega Sicilia que conocí a mediados de los noventa se ha renovado por completo en cuanto a instalaciones, parque de barricas y tecnología. Fotos cortesía de la bodega.

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Vega Sicilia, 150 años después

Amaya Cervera | Lunes 05 de Enero del 2015

Paradójicamente, 2014 fue una año agridulce para Vega Sicilia. Al tiempo que constataba su poderío como una de las grandes marcas del vino español, surgía un problema de sedimentación en los vinos de otras bodegas del grupo. La casa se ofrecía a reemplazar los Pintia 2009 elaborados en Toro (la denominación de origen especializada en tintos situada al noroeste de la Ribera siguiendo el curso del Duero) si la decantación no resultaba suficiente solución para sus clientes. Y anunciaba que no sacaría al mercado Alión 2010, una de las grandes cosechas de los últimos años en Ribera del Duero.

“Tuvimos un error estético, si se le puede llamar de esta manera –explica Pablo Álvarez– porque la calidad del vino era magnífica, pero había un problema en la clarificación. Los sedimento no se posaban y el vino quedaba turbio. Por eso decidimos no sacar al mercado Alión 2010”.

Es la segunda crisis de cierta importancia en la casa desde que la familia Álvarez se hiciera con la propiedad en 1982. En la primera, el vino afectado, en este caso por TCA, sí era un Vega Sicilia, en concreto la segunda marca Valbuena en su cosecha 1994. La contaminación no estaba presente en todas las botellas pero la bodega lo hizo público porque, como ha ocurrido este año con el problema de los posos, consideraba que podía dañar su imagen en caso de no comunicarlo.

Es también el estilo de Pablo Álvarez, que todavía hoy se sigue sorprendiendo del gran reconocimiento que tiene la marca: “A veces ni nosotros mismos somos conscientes del prestigio que tenemos”. En sus cada vez más frecuentes viajes por el mundo ha constatado que “somos mucho más que un vino español; somos Vega Sicilia y es impresionante en qué consideración nos tienen. Eso también demuestra que en los últimos 30 años no lo hemos hecho tan mal y que vamos por el camino adecuado”.

Un actor clave del vino español

Hoy Vega Sicilia es uno de los grupos vinícolas españoles más saneados y rentables. Está formado por la bodega originaria, situada en Valbuena de Duero y fundada en 1864 por Eloy Lecanda; una segunda firma ubicada también en Ribera del Duero, Alión (1991); Pintia en Toro (2001); Oremus en Tokaji (Hungría) y el 50% de Bodegas de Benjamín de Rothschild & Vega Sicilia en Rioja, fruto de una joint venture con el barón Benjamin de Rothschild, cuyos dos vinos (Macán y Macán Clásico) se estrenaron en el mercado con la cosecha 2009.

Macán Clásico (32,50 € en Vinissimus o vía Wine Searcher) y Pintia (33,90 € en Lavinia o vía Wine Searcher) son los vinos más asequibles del grupo. El más raro y escaso es el Vega Sicilia Único Reserva Especial (299 € en Lavinia o vía Wine Searcher), elaborado a partir de la combinación de tres añadas diferentes; el más mítico, por supuesto, Vega Sicilia Único (259 €  en Bodeboca o vía Wine Searcher, añadas antiguas y formatos especiales en Lavinia), que sale con 10 años al mercado y se ha hecho famoso por esa legendaria capacidad de envejecimiento que le permite codearse con los más grandes nombres internacionales. Entre medias, se sitúan Alión (52,90 € en Bodeboca o vía Wine Searcher) y Valbuena (97,90 € en Lavinia o vía Wine Searcher).

Una característica especialmente significativa es la amplia disponibilidad de casi todas las marcas, con excepción del Reserva Especial (15.000 botellas). Alión o Pintia son bodegas que se mueven en el entorno de las 250.000 botellas, de Valbuena se elaboran más de 175.000 botellas y el Único puede rozar las 100.000 en una buena añada. Pablo Álvarez suele estar especialmente orgulloso de afirmar que como grupo tienen potencial para llegar a las 900.000 botellas año con un precio medio de 40 € por botella.

Cambiar para que todo siga igual

Por otro lado, pocas bodegas españolas han cambiado tanto y tan radicalmente en los últimos 20 años para seguir elaborando un vino “de antes”. La Vega Sicilia que conocí a mediados de los noventa se ha renovado por completo en cuanto a instalaciones, parque de barricas y tecnología. 

Hace un par de años se inauguró una nueva nave de elaboración concebida para sacar el máximo partido de un viñedo que ha sido meticulosamente parcelado en virtud de un estudio de suelos. De hecho, la bodega ha pasado de 20 a 81 tanques de fermentación (entre los tinos de madera donde se elabora Único y los depósitos de acero inoxidable que se destinan a Valbuena), lo que según el enólogo Xavier Ausàs les ha permitido “ganar en precisión”.

Hay cámaras de frío, sofisticadas mesas de selección, un sistema pensado para trabajar con gravedad y volcar las uvas directamente en cada depósito y hasta una “cuba ascensor” que lleva el vino a un nivel inferior para realizar el llenado de barricas. Lo cierto es que la actual Vega Sicilia poco tiene que envidiar a los más renombrados châteaux de Burdeos. 
 
Todas las barricas están relucientes y ninguna supera los seis años. Las de roble americano las siguen fabricando en casa, ahora en una nueva tonelería que apenas deja lugar para el romanticismo: amplia, mecanizada, efectiva.

A los Álvarez les ha tocado actualizar la bodega, ampliar el viñedo, convertir el Único en un auténtico vino de finca, aplicar todas las prácticas de calidad a su alcance y hacer los cambios necesarios para que Vega Sicilia no perdiera su halo mítico en un contexto cada vez más abigarrado y competitivo.

“No son los vinos de hace 50 años –señala Pablo Álvarez–, pero siguen teniendo la misma personalidad. Ha cambiado el estilo hacia vinos más frescos, con menos tiempo en madera y más en botella”.

Desde el siglo XIX

La primera añada de Vega Sicilia Único fue 1915, aunque la fecha de fundación de la bodega se fija en 1864, coincidiendo con el viaje a Francia de  Eloy Lecanda, por entonces propietario de la finca y principal impulsor de su vertiente vinícola. Lecanda se hizo con esquejes de algunas de las variedades francesas más renombradas, que convivían en su viñedo ubicado en Valbuena de Duero (Valladolid) con la tinto aragonés (que era el nombre que se le daba entonces en la zona a la tempranillo).

El vino que hoy conocemos se empieza a elaborar con la familia Herrero, propietaria desde 1890 y que, muy hábilmente, contrató al enólogo del comerciante de vinos riojanos que le había arrendado la bodega a principios de siglo cuando la filoxera había devastado el viñedo de Rioja. El négociant era el mismo Cosme Palacio que fundó las Bodegas Palacio de Laguardia. El enólogo Txomin Garramiola aplicó el método bordelés empleado en Rioja para dar forma a un tinto de largo envejecimiento en madera, heredero del viñedo creado por Lecanda pero de estilo más vigoroso, corpulento y alcohólico que los riojanos. Las habilidades sociales de los Herrero sirvieron para introducir el vino en las mejores mesas; al principio como un objeto preciado que se regalaba, que todo el mundo quería, pero que no se podía comprar.

Es curioso que, durante la mayor parte de su historia, Vega Sicilia haya sido un punto aislado en la geografía española. Los aficionados apenas la situaban en el mapa y tampoco estaba arropada por una región vinícola de prestigio (de hecho, la Denominación de origen Ribera del Duero no se crea hasta 1982, el mismo año de la compra por parte de la familia Álvarez).  Pero la marca mantuvo su personalidad a lo largo del tiempo y sobrevivió milagrosamente a sus propietarios, no todos necesariamente interesados en el vino. El legado de Garramiola se transmitió dentro de la casa y figuras como Martiniano Renedo y sobre todo el gerente Jesús Anadón mantuvieron las formas tradicionales de elaborar. Mariano García, que fue enólogo de la casa entre 1968 y 1998, era hijo de uno de los trabajadores de la finca. 

Cupos, añadas antiguas y futuras

Probablemente, el factor que ha dado un mayor aura al Vega Sicilia Único ha sido su gran capacidad de envejecimiento; algo que la bodega se ha encargado de demostrar con la celebración de catas verticales en distintas ciudades del mundo, más abundantes si cabe con motivo de su 150 aniversario. Es un vino que se cotiza en subastas y es cada vez más buscado por los coleccionistas. 

Para atender a esta demanda, desde 1994, la bodega ha incrementado notablemente sus reservas de botellas a la vez que sigue con una política de recompra de añadas antiguas, fundamentalmente a coleccionistas privados. “La idea –explica Pablo Álvarez– es conservarlas para venderlas más tarde y poder ofrecer, por ejemplo, verticales a restaurantes”.

Las añadas en curso se comercializan en España de acuerdo a un sistema de cupos que pese a la crisis continúa teniendo lista de espera. Pablo Álvarez calcula que el número de clientes se ha duplicado porque la voluntad es que el vino esté más repartido geográficamente.

A nivel internacional es donde ha habido más cambios, ya que se exportaba muy poco y ahora la marca está presente en 115 países. “Podemos llegar a trabajar con dos o tres importadores por país porque la distribución ha cambiado y hoy hay importadores especializados en clientes particulares o en restaurantes”, explica Álvarez. “Al final, intentamos repartir los huevos en más cestas y definitivamente, lo que más ha cambiado en el mundo del vino es la comercialización”.

Y atención a las futuras cosechas de Vega Sicilia Único. La que está actualmente en el mercado es 2004, pero habrá baile de cosechas en los próximos años. En marzo de 2015 se lanzará el 2007 y al año siguiente el 2008, mientras que 2005 y 2006, añadas que la casa considera que tienen mayor recorrido saldrán a partir de 2017. Eso quiere decir que lo harán con algo más de los 10 años de rigor establecidos para el Único; y también que 2007 y 2008 se presentarán con envejecimientos ligeramente más cortos. 

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